lunes, 5 de abril de 2010

Día 27º. LUNES CUARTO (15 de Marzo): las lágrimas se volverán alegría, porque el Señor con nuestra fe hace maravillas, hace nuevas todas las cosas

Dice Dios en el libro de Isaías: "Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y
una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a
la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo
que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a
su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a
causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni
alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que
no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al
que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y
las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos": en la película
"La Pasión" Jesús consuela a la Virgen diciéndole que en ese momento,
con su sufrimiento, hace nuevas todas las cosas. Con la muerte y
resurrección de Jesús ha comenzado ya la nueva creación, los «cielos
nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo no se detendrá. La historia
humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y
la muerte; pero algo va cambiando. La convivencia del lobo y del
cordero significa que el odio y la hostilidad deben dar paso al amor;
la injusticia, al derecho. De hecho, los «cielos nuevos y la tierra
nueva» consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva
justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el
mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está
en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe
algo nuevo» (2Cor 5,17). Significa el fin de la dependencia de poderes
mágicos. Dios es autor de esta creación, y Jesús Señor de la historia.
El profeta anuncia como una vuelta al paraíso inicial: ya nos
gustaría, pero no podemos ser hyppies, la cosa no funciona, el estado
primero de felicidad, equilibrio y armonía es más un paraíso interior,
que nos lleva al cielo que anhelamos, y en la medida que podamos
sembrar ese amor "porque el Reino de Dios está en medio de vosotros".
Rezamos en el salmo: "Yo te glorifico, Señor, porque tú me
libraste…Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre… si por la
noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría".
En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de
morir. Un funcionario le pidió: "Señor, baja antes que mi hijo se
muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre
creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le
anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había
sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le
respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le
había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia.
Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a
Galilea.
Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los
tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de
Isaías. Otra cosa muy bonita es que Jesús no se excusó porque no
estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro. La distancia no es
ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale
del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín:
«Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para
dar»" (Octavio Sánchez). Es preciso compatibilizar nuestra misión
concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese
"todo" que somos "todos", preocuparnos por ayudar a los que están
lejos y tienen necesidad. Y pedir con la fe de este hombre, como
recoge Josepedro Manglano esas palabras de la Madre Teresa de Calcuta,
que no aceptaba un "no": "En septiembre de 1980 estuve en el Berlín
Oriental, donde íbamos a abrir nuestra primera casa en un país bajo
gobierno comunista. Llegué de Berlín Occidental con una hermana que
debía quedarse allí para iniciar la labor. Habíamos solicitado el
correspondiente visado, pero como no nos lo habían concedido todavía,
le dijeron que sólo podría permanecer en el Berlín Oriental durante 24
horas; son muy estrictos en eso... Así pues, nos pusimos a rezar
"Acordaos" a la Virgen, y al cabo de un rato, sonó el teléfono; no
había nada que hacer: la hermana tendría que volverse conmigo... Pero
como nunca aceptamos un "no" por respuesta, seguimos rezando y, al
octavo "Acordaos", volvió a sonar el teléfono, lo cogí y una voz dijo:
"Enhorabuena. Le han concedido el visado. Puede quedarse..." Le habían
concedido un visado de seis meses, lo mismo que a otras hermanas. Al
día siguiente, regresé a Berlín Occidental, dándole gracias a la
Virgen". Madre mía, auméntame la fe y que me dé cuenta de que las
cosas que son para bien de Dios o de los demás, el "no" quiere decir
"sigue rezando". Tú siempre nos escuchas.

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