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martes, 8 de noviembre de 2011

Martes de la 32陋 semana. La gente insensata pensaba que mor铆an, pero ellos est谩n en paz. Dios nos protege y estamos en sus manos

Libro de la Sabidur铆a 2,23-3,9. Dios cre贸 al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entr贸 en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasar谩n por ella. En cambio, la vida de los justos est谩 en manos de Dios, y no los tocar谩 el tormento. La gente insensata pensaba que mor铆an, consideraba su tr谩nsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucci贸n; pero ellos est谩n en paz. La gente pensaba que cumpl铆an una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron peque帽os castigos, recibir谩n grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los hall贸 dignos de si; los prob贸 como oro en crisol, los recibi贸 como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecer谩n como chispas que prenden por un ca帽averal; gobernar谩n naciones, someter谩n pueblos, y el Se帽or reinar谩 sobre ellos eternamente. Los que conf铆an en 茅l comprender谩n la verdad, los fieles a su amor seguir谩n a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos.

Salmo 33,2-3.16-17.18-19. R. Bendigo al Se帽or en todo momento.
Bendigo al Se帽or en todo momento, su alabanza est谩 siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Se帽or: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Los ojos del Se帽or miran a los justos, sus o铆dos escuchan sus gritos; pero el Se帽or se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Se帽or lo escucha y lo libra de sus angustias; el Se帽or est谩 cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

Evangelio seg煤n san Lucas 17,7-10. En aquel tiempo, dijo el Se帽or: -«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿qui茅n de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le dir茅is: "Prep谩rame de cenar, c铆帽ete y s铆rveme mientras como y bebo, y despu茅s comer谩s y beber谩s t煤"? ¿Ten茅is que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hay谩is hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que ten铆amos que hacer."

Comentario: 1.- Sb 2,23-3,9. Uno de los aspectos en que el libro de la Sabidur铆a supone un progreso en relaci贸n con el resto del AT es su visi贸n sobre la vida futura. El interrogante de la vida y de la muerte preocupa a todos. Antes que nada, aqu铆 se dice que Dios s贸lo cre贸 la vida, "cre贸 al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza". El mal, el pecado y, como consecuencia, la muerte, entr贸 despu茅s, "por envidia del diablo", como dice el autor. Pero, sea cual sea el origen de la muerte, lo que es m谩s importante es el m谩s all谩 despu茅s de la misma. Los justos est谩n destinados a la vida: "la gente insensata pensaba que mor铆an, pero ellos est谩n en paz; la gente pensaba que eran castigados, pero ellos esperaban seguros la inmortalidad".
Esta perspectiva es la que da sentido a nuestra vida y la que nos llena de esperanza. La muerte no es una pared con la que chocamos al final de la carrera. Con ojos humanos, es un misterio sin sentido, un fatalismo sin esperanza. Pero ya desde estas 煤ltimas p谩ginas del AT se nos orienta hacia una visi贸n luminosa del m谩s all谩. Los justos vivir谩n en Dios, en el amor, en la felicidad. Que antes hayan tenido que pasar por tribulaciones y pruebas, pierde importancia ante la intensidad de lo que les espera: "sufrieron un poco, pero recibir谩n grandes favores". Dios los ha probado como se prueba el oro en un crisol "y los hall贸 dignos de s铆''. La sabidur铆a humana se contenta con la perspectiva de aqu铆 abajo. Y, por tanto, la muerte la considera la desgracia total: "la gente insensata pensaba que mor铆an, consideraba su tr谩nsito como una desgracia". Pero no es as铆, en los planes de Dios. Nosotros, con mayores razones que el autor del AT, sabemos que estamos destinados a compartir con Cristo su existencia gloriosa: "los que en 茅l conf铆an, conocer谩n la verdad y los fieles permanecer谩n con 茅l en el amor". En el a帽o lit煤rgico, para celebrar el recuerdo de los Santos, no elegimos el d铆a en que nacieron: su aut茅ntico "dies natalis" es el d铆a en que murieron, su verdadero nacimiento a la vida definitiva.
El autor escribe sin duda durante la persecuci贸n que el pueblo sufri贸 de parte de Ptolomeo Latiro (88-80 antes de Jesucristo). Los jud铆os, por sus usos y costumbres, su anticonformismo y su repulsa en colaborar con la sociedad pol铆tica de la 茅poca, irritan a los paganos que quieren acabar con un pueblo tan rebelde. Conviene, pues, revelar a los miembros del pueblo elegido la significaci贸n del proceso del que son objeto.
a) La idea de retribuci贸n terrestre, que animaba todav铆a a los c铆rculos piadosos a los cuales el autor se dirige, no respond铆an ya apenas a las nuevas condiciones que hab铆an surgido a ra铆z de la persecuci贸n. ¿C贸mo un justo, fiel a Dios, puede ver su vida cortada por la sola voluntad de los hombres? Una doctrina as铆 no pod铆a apagar la inquietud de los fieles que eran conducidos prematuramente a la muerte. Por eso el autor propone una doctrina nueva, inspirada en el helenismo, seg煤n la cual el alma subsiste despu茅s de la muerte. Tal visi贸n no pertenece a la revelaci贸n b铆blica anterior, tiene inclusive aires de dicotom铆a y encratismo que un jud铆o no pod铆a admitir, pero permite al autor explicar que la muerte no es un final, sino una intervenci贸n del diablo (v 24) que no ensombrece para nada el plan de Dios (v 23). Por tanto no hay por qu茅 inquietarse: no se acaba todo con la muerte y aquel que con todo derecho busca la retribuci贸n de sus m茅ritos debe mirar hacia Dios (v 9) para que El le recompense despu茅s de la muerte (vv 1-4). Por consiguiente, todo cambia si la muerte tiene un m谩s all谩: los justos disfrutar谩n de la retribuci贸n que esperaron y los perseguidores se encontrar谩n delante de sus v铆ctimas que se habr谩n convertido en sus jueces (vv 7-9).
b) El fiel puede, pues, ir a la muerte con confianza y ponerse en las manos de Dios. De esta manera la muerte queda vencida por la misma actitud con que se toma y que es un medio para afirmar el car谩cter incorruptible del alma (v 23) y la voluntad del hombre de triunfar sobre Satan谩s, su autor (v 24). Esta actitud es tambi茅n una actitud sacrificial (vv 5-6) en la medida en que transforma la muerte en un paso hacia Dios y permite convertirla en un acto libre y voluntario (Maertens-Frisque).
El autor escribe su libro en una 茅poca en la cual el poder de los Ptolomeos, reinante en Alejandr铆a, persigue a los jud铆os. Por sus particulares costumbres de vida, por su no-conformismo y su rechazo a colaborar con la religi贸n oficial, los jud铆os irritan a los paganos y 茅stos buscan el modo de suprimir una secta tan contestataria. El autor del Libro de la Sabidur铆a trata de revelar al pueblo elegido la significaci贸n del proceso de que son objeto.
-Dios cre贸 al hombre para una existencia imperecedera, le hizo imagen de su misma naturaleza. La muerte entr贸 en el mundo por la envidia del diablo. Admirable expresi贸n, con conceptos griegos de tipo abstracto, de una verdad tradicional de toda la Biblia; recordemos el relato concreto del G茅nesis que dice lo mismo. Dios cre贸 al hombre para la vida, para la "¡existencia!", ¡para «existir»! Pues Dios «en S铆-Mismo» es el gran viviente, el gran Existente. Y el hombre participa de esa realidad de Dios, es "imagen de Dios". ¡La muerte no es normal! es un incidente de tr谩nsito. Y el autor se atreve a escribir que no es Dios quien ha previsto y querido la muerte. Para aceptar estas Palabras hay que admitir que "la vida humana no se destruye, sino que se transforma" por ese momento que llamamos "la muerte". Ay煤danos, Se帽or, a creer. Nuestros difuntos est谩n en una "existencia imperecedera".
-La vida de los justos est谩 en la mano de Dios. Ning煤n tormento puede alcanzarles. No hay que tratar de imaginar esas cosas. Hay que recibirlas sencillamente tal como se nos dicen. A los ojos de los insensatos pareci贸 que hab铆an muerto, su partida de este mundo se tuvo como una desgracia, se los cre铆a destruidos, pero ellos est谩n en la paz. Aunque a los ojos de los hombres hayan sufrido castigo por su esperanza poseen ya la inmortalidad. Las palabras elegidas son las m谩s id贸neas, las m谩s ajustadas. No se trata de "muertos", sino de "vivos": han partido, nos han dejado... Humanamente hablando es una desgracia, es como un aniquilamiento. Y as铆 es. Sin embargo, «est谩n en la paz», "tienen ya la inmortalidad". El evangelio no hallar谩 nada m谩s hermoso para decir esas cosas. Hay que repetirlas. Orar con esas f贸rmulas admirables. a la vez ¡tan modestas, tan humanas y tan serenas!
-Por una corta correcci贸n recibir谩n largos beneficios, pues Dios los someti贸 a prueba y los hall贸 dignos de El. Se comprende que los m谩rtires, los perseguidos, puedan hallar en esta certeza, un est铆mulo para su modo de morir.
-Como un sacrificio ofrecido sin reserva, los «acogi贸»... El cristiano puede pues ir a la muerte con confianza y remitirse a Dios. La muerte es un «pasaje hacia Dios». La muerte no es un caer en el vac铆o, en la nada, se nos «acoge»... Y podemos hacer de la muerte un acto libre y voluntario, una ofrenda, un sacrificio, un don de s铆 a Dios. Si nuestra fe en esas Palabras divinas fuese muy viva no tendr铆amos miedo alguno. No acaba todo con la muerte. Todo empieza. Todo contin煤a. En el fondo se trata de que, durante nuestra vida, vivamos ya en estado de ofrenda y de sacrificio a Dios. En este caso, la muerte es la consagraci贸n de la vida (Noel Quesson).
Inconscientemente proyectamos nuestras categor铆as mentales sobre escritos de otras 茅pocas y mentalidades. El uso que la liturgia de difuntos ha hecho de este pasaje y el filtro de nuestra visi贸n dualista del hombre han contribuido a fijar una concepci贸n alienante de la salvaci贸n prometida por Dios a los justos, concepci贸n que podr铆a resumirse en la frase: los padecimientos y las injusticias sufridos estoicamente en esta vida ser谩n recompensados en la otra. Basta cambiar la concepci贸n est谩tica (alma) por la din谩mica (vida) -煤nica que da raz贸n del texto en el ambiente judeo-alejandrino- para que nuestro texto se convierta en profec铆a: «La vida (¡el alma!) de los justos est谩 en manos de Dios y no los tocar谩 el tormento. La gente insensata pensaba que mor铆an, consideraba su tr谩nsito como una desgracia..., pero ellos est谩n en paz» (vv 1-3). Y es que los justos viven plenamente la esperanza de la inmortalidad, gracias a que el Justo por excelencia, Jes煤s el Mes铆as, ha triunfado de la muerte que le infligi贸 la sociedad opresora de su tiempo. El Padre tuvo en cuenta su compromiso en favor de los m谩s d茅biles y oprimidos y lo resucit贸 de entre los muertos mediante el Esp铆ritu vivificador. El Esp铆ritu de la sabidur铆a lo hab铆a ungido Rey y Mes铆as, confiri茅ndole la fuerza para anunciar el comienzo decisivo del reinado de Dios entre los hombres. En la cruz asumi贸, de una vez para siempre, la realeza que Dios, de mala gana, hab铆a cedido a Israel en tiempos de Samuel: Jes煤s de Nazaret, Rey de los jud铆os. Es la «hora de la visita», el momento propicio en que Dios visita a su pueblo resucitando a Jes煤s y a muchos de los justos que hab铆an muerto (Mt 27,52), como se帽al de una nueva y definitiva intervenci贸n de Dios en la historia: «A la hora de la cuenta resplandecer谩n como chispas que prenden en un ca帽averal; gobernar谩n naciones, someter谩n pueblos, y el Se帽or reinar谩 sobre ellos eternamente» (vv 7-8).
Todos los cristianos somos reyes. La experiencia personal del Esp铆ritu que nos hace sentirnos hijos de Dios y gritar ¡Abba, Padre! es garant铆a inequ铆voca de la nueva vida que la presencia de Jes煤s hace brotar en medio de la comunidad. Aparentemente acorralada por una sociedad que todo lo cifra en el dinero, la eficacia y el triunfo personal, la comunidad cristiana aprende ya a vivir una vida inmortal (Rius Camps).
Dios nos cre贸 para que fu茅ramos inmortales. Tenemos la esperanza cierta de llegar a donde ha llegado Cristo, nuestra Cabeza y principio. 脡l nos invita a tomar nuestra cruz de cada d铆a y a seguirlo, para que donde 脡l est谩 estemos tambi茅n nosotros. Vamos de camino hacia la eternidad. Ojal谩 y no perdamos de vista esta vocaci贸n a la que hemos sido llamados. Imitemos a San Pablo en su lanzarse en la carrera para alcanzar la corona de la victoria de la que, junto con Cristo, somos coherederos. Cierto que seremos blanco de muchas tentaciones, persecuciones y tribulaciones, que hemos de padecer por haber depositado nuestra fe en Cristo. Sin embargo, no hemos de temer la muerte, pues nuestra vida est谩 en manos de Dios; y si le permanecemos fieles, aun cuando tengamos que pasar por la muerte, no pereceremos como los animales, sino que ser谩 nuestra la vida eterna, que Dios ha reservado para quienes le viven fieles.

2. Sal. 33. Este salmo fue redactado con ocasi贸n de una circunstancia que se menciona en el t铆tulo. Aqu铆 David, I. Alaba a Dios por la experiencia que 茅l y otros hab铆an tenido de su bondad (vv 1-6). II. Anima a todas las personas piadosas a confiar en Dios (vv 7-10). III. Nos da un buen consejo a todos los lectores: que tomemos conciencia de nuestros deberes para con Dios y para con los hombres (vv 11-14). IV. Para dar mayor fuerza a este consejo, pone delante de nosotros el bien y el mal, la bendici贸n y la maldici贸n (vv 15-22).
Se alude a la persecuci贸n que David sufri贸 por parte de Sa煤l. En esta ocasi贸n, David huy贸 de Jud谩 y fue a refugiarse en Gat, donde se puso al servicio del rey Aqu铆s, llamado aqu铆 Abim茅lec por ser el t铆tulo com煤n de los reyes de aquel pa铆s, lo mismo que Agag de los amalecitas, y Fara贸n de los egipcios (v 1 S. 21:11-16). En el mismo t铆tulo se nos dice que David cambi贸 su juicio (lit. -o: su conducta), esto es, se fingi贸 loco, por lo que Aqu铆s lo ech贸, y 茅l se fue.
-Comienza David el salmo prorrumpiendo en alabanzas a Dios (vv 1, 2): «Bendecir茅 a Yahweh en todo tiempo, en cualquier ocasi贸n, pr贸spera o adversa; su alabanza estar谩 de continuo en mi boca.» Esa alabanza le sale del coraz贸n, glori谩ndose de la relaci贸n que le une a Dios, de su inter茅s en 茅l y de lo que espera de 茅l: «En Yahweh se gloriar谩 mi alma.»
Convoca a otros a que se unan a 茅l en las alabanzas a Dios, por la experiencia que 茅l tiene de la bondad de Yahweh (v. 2b): «Lo oir谩n los humildes y se alegrar谩n.» No podemos hacer a Dios m谩s grande de lo que es, pero si le adoramos como al infinitamente grande, 脡l se agrada en tener en cuenta el engrandecimiento que le tributamos; y esto lo hemos de hacer tambi茅n comunitariamente, porque las alabanzas de Dios suenan mejor en concierto. «Engrandeced a Yahweh conmigo, etc.» —dice David (v. 3).
-Pone David delante de todos el bien y el mal, la bendici贸n y la maldici贸n (vv. 15-22, a cualquier grito de dolor ante un peligro inminente o por haber sufrido alg煤n accidente (vv 17 y 18). Dios ha prometido librar a los justos de todas sus angustias (vv. 17, 19) y los salvar谩 (v. 18), de forma que, aunque permita que se hallen en aprieto, no sufrir谩 que se arruinen, sino que los rescatar谩 (v. 22) de su aflicci贸n.
Dios, cuando nos vio ca铆dos y dominados por la maldad, no nos abandon贸 a la muerte, sino que, lleno de amor y de compasi贸n por nosotros, nos envi贸 a su propio Hijo para que, hecho uno de nosotros, nos rescatara del pecado y de la muerte y nos hiciera hijos de Dios para llevarnos, junto con 脡l, a la participaci贸n de la Gloria del Padre. Dios sabe que somos pecadores y que nadie puede permanecer de pie en su presencia; pues si hasta en los 谩ngeles encontr贸 maldad, qu茅 ser谩 de nosotros, humanos, entre quienes hasta el justo peca siete veces al d铆a. Pero Dios, que nos cre贸 por amor, no se ha arrepentido de habernos llamado a la vida y est谩 a nuestro lado para librarnos de la mano de nuestros enemigos, para cuidar de nosotros y conducirnos al gozo eterno de su Reino celestial. ¿C贸mo no dar testimonio del amor que Dios nos ha tenido? Por eso hemos de hacer nuestra la orden de Cristo: Vuelve a tu casa, junto a los tuyos, y cu茅ntales todo lo que el Se帽or te ha hecho y c贸mo tuvo misericordia de ti.

3.- Lc 17, 7-10 (ver domingo 27C). a) El pasaje de hoy es un poco extra帽o: parece como si Jes煤s defendiera una actitud tir谩nica del amo con su empleado. Cuando 茅ste vuelve del trabajo del campo, todav铆a le exige que le prepare y le sirva la cena. Jes煤s no est谩 hablando aqu铆 de las relaciones laborales ni alabando un trato caprichoso. Lo que le interesa subrayar es la actitud de sus disc铆pulos ante Dios, que no tiene que ser como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los que, despu茅s de haber trabajado, no se dan importancia y son capaces de decir: "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que ten铆amos que hacer".
b) Tenemos que servir a Dios, no con el prop贸sito de hacer valer luego unos derechos adquiridos, sino con amor gratuito de hijos. Y lo que decimos en nuestra relaci贸n con Dios, tambi茅n se podr铆a aplicar a nuestro trabajo comunitario, eclesial o familiar. Si hacemos el bien, que no sea llevando cuenta de lo que hacemos, ni pasando factura, ni pregonando nuestros m茅ritos. Que no recordemos continuamente a la familia o a la comunidad todo lo que hacemos por ella y los esfuerzos que nos cuesta. Sino gratuitamente, como lo hacen los padres en su entrega total a su familia. Como lo hacen los verdaderos amigos, que no llevan contabilidad de los favores hechos. Con la reacci贸n que describe Jes煤s: "hemos hecho lo que ten铆amos que hacer: somos unos pobres siervos". ¡Cu谩ntas veces nos ha ense帽ado Jes煤s que trabajemos gratuitamente, por amor! Eso s铆, seguros de que Dios no se dejar谩 ganar en generosidad: "alegraos y saltad de gozo, que vuestra recompensa ser谩 grande en el cielo" (Lc 6,23), "porque con la medida con que mid谩is se os medir谩" (Lc 6,38). Si al final de la jornada nos sentimos cansados por el trabajo realizado, seguro que tambi茅n estaremos satisfechos, porque nada produce m谩s alegr铆a que lo que se ha logrado con sacrificio. Pero sin darnos importancia ni ir diciendo a todo el mundo lo cansados que estamos. Entre otras cosas, porque tambi茅n los otros trabajan. Y adem谩s, si hemos recibido gratis de Dios, es justo que demos gratis, sin quejarnos demasiado si nadie nos alaba ni nos aplaude. Dios seguro que s铆 nos est谩 aplaudiendo, si hemos dado con amor (J. Aldaz谩bal).
A partir del cap. 14, el evangelista pone a sus lectores en guardia contra los fariseos y los ricos, especialmente. De igual modo, solicita su atenci贸n para con los d茅biles y los pobres. Es muy posible que la par谩bola del siervo in煤til (vv 7-10) haya sido pronunciada por Jes煤s para censurar duramente a los fariseos, que creen tener derechos sobre Dios. Lucas hace creer que esta par谩bola va dirigida a los ap贸stoles (v 5), para invitarlos a la modestia. Pero la relaci贸n ap贸stoles-siervo in煤til es bastante deficiente, ya que ning煤n ap贸stol se hallaba en la situaci贸n descrita en el v 7 ("¡Qui茅n de vosotros...?").
a) Las relaciones amo-esclavo designan a menudo, en los Evangelios, las existentes entre Dios y sus siervos, entre los escribas y los fariseos (Mt 25, 14-30). Dios es presentado como un amo exigente, que se preocupa muy poco de los sufrimientos o aspiraciones de su esclavo. Pero la par谩bola subraya, sobre todo, que los fariseos -esos creyentes que pesan sus m茅ritos e intentan hacer valer sus derechos sobre Dios- son, en realidad, ante El, unos pobres siervos totalmente incapaces de hacer algo meritorio. La par谩bola opone la fe pura e ingenua (v 6) de los pobres e ignorantes al c谩lculo sobre sus propios m茅ritos y a la confianza en s铆 mismo de los fariseos y de los ricos: la actitud de confianza incondicional en el se帽or, a las protestas bajo cuerda de los que sit煤an la religi贸n en el plano de los m茅ritos y del derecho a la recompensa (cf Mt 20,13).
b) Colocada en otro contexto donde Jes煤s llama la atenci贸n, esta vez, a los ap贸stoles (v 5), esta par谩bola considera su ministerio como in煤til (v 10). Nos equivocar铆amos si crey茅ramos que es esa la intenci贸n de Jes煤s. Dios necesita a los hombres, y Cristo tiene necesidad de su Iglesia. En realidad, la expresi贸n contenida en este vers铆culo apunta a lo que hay de fariseo y autoritario en el coraz贸n de cada uno, cuando el hombre se atribuye a s铆 los m茅ritos de una acci贸n que sin Dios le ser铆a imposible realizar: cuando el hombre considera las ventajas y los privilegios de la misi贸n que desempe帽a como otros tantos derechos a la vida eterna y cuando se glorifica a s铆 mismo en vez de "glorificarse en el Se帽or" (1 Cor 9,16; 1,31; 2 Cor 10,17; Fil 3,3; G谩l 6,14: Maertens-Frisque).
-Jes煤s dec铆a: «Cuando un criado vuestro, labrador o pastor, vuelve del campo, ¿qui茅n de vosotros le dir谩: "Ven enseguida a la mesa?" No, m谩s bien le dec铆s: «Prep谩rame de cenar, ponte el delantal y s铆rveme mientras yo como y bebo. Despu茅s comer谩s y beber谩s t煤.» En primer lugar, dejemos que esa situaci贸n nos escandalice. ¡Es algo casi insostenible! En tiempo de Jes煤s, esa exigencia y esa dureza deb铆an de ser bastante corrientes... puesto que ninguno de los oyentes parece protestar del: «qui茅n de vosotros...?» Pero, no seamos fariseos: en nuestro tiempo, ¿no existen en absoluto, situaciones equivalentes... y yo, guardada toda proporci贸n, no tengo con los dem谩s algunas exigencias de ese tipo? Jes煤s no justifica esa situaci贸n. Hay muchos otros pasajes del evangelio que nos prueban que Jes煤s est谩 a favor del esp铆ritu de servicio. Pero se sirve de esa comparaci贸n para exponernos una idea importante.
-¿Se tendr谩 que estar agradecido al criado porque ha hecho lo que se le ha mandado? Pues s铆, Se帽or habr铆a que estarlo. Pero tu intenci贸n, Se帽or, a partir de esa paradoja es decirnos una idea absolutamente esencial. As铆 tambi茅n vosotros. Cuando hay谩is hecho todo lo que Dios os ha mandado... De modo que es aqu铆 a donde quer铆as llegar. En ese relato, no se trata de una lecci贸n sobre las relaciones sociales, sino una lecci贸n sobre las relaciones con Dios. «Hacer todo lo que Dios ha mandado». En la mente de Jes煤s es constante ese pensamiento, Dios es su referencia constante. La imagen que se nos da aqu铆 nos orienta hacia un Dios «amo»: es una imagen muy austera y que ser铆a vano oponerla a tantas otras, en las que Jes煤s nos habla de Dios como de un «padre» amante y servicial que se desvivir谩 por sus servidores: «¿Qu茅 har谩 el due帽o de la casa? Yo os lo digo, se pondr谩 en actitud de servicio, har谩 que se coloquen a la mesa, y, pasando junto a ellos, los servir谩» (Lc 12,37).
Pero aqu铆 Jes煤s insiste en otra cosa. Hay que aceptar esas aparentes contradicciones. Acepto, Se帽or, situarme ante ti como un humilde «servidor», atento a satisfacer fielmente los deseos de su amo. Siguiendo el ejemplo de la Virgen y de tantos santos, hacerse el servidor, la servidora de Dios. ¡Dios primer servido! ¡Dios, primero en ser obedecido! Decid: «Somos servidores in煤tiles, hemos hecho lo que deb铆amos hacer.» Finalmente, esa es la lecci贸n esencial: los hombres no tienen ning煤n derecho a hacer valer ante Dios. Se sabe que los fariseos ¡hab铆an acabado por persuadirse que a fuerza de buenas obras, adquir铆an unos derechos sobre Dios, por sus propios m茅ritos! Una parte de la argumentaci贸n de San Pablo en la Ep铆stola a los Romanos iba destinada a destruir esa arrogancia. Era lo que ya dec铆a Jes煤s, sin grandes argumentos teol贸gicos: no os glori茅is de vuestras obras ante Dios... Cuando hab茅is hecho lo que Dios manda, dec铆os, ¡que s贸lo hab茅is hecho lo que deb铆ais!
Santa Teresa de Lisieux hab铆a comprendido muy bien esa lecci贸n capital cuando dec铆a que se presentar铆a ante Dios con «las manos vac铆as». Nadie termina nunca su «servicio». Nunca se ha hecho lo suficiente. Obrar ante Dios gratuitamente: sin esperar recompensa. Conc茅denos, Se帽or, estar a tu servicio desinteresadamente (Noel Quesson).
Dice un dicho popular: "Nadie es necesario, pero todos podemos ser 煤tiles". Este refr谩n re煤ne, de alguna manera, la misma ense帽anza del evangelio. Muchas personas consideran que su servicio o ministerio es indispensable para su comunidad. Que sin ellos su Iglesia no ser铆a nada. Pero, pensando as铆 se equivocan. El 煤nico indispensable es el Se帽or, mientras 茅l no falte, se tiene todo. La ense帽anza que en este pasaje nos dirige Jes煤s nos ayuda a descubrir el verdadero sentido de los ministerios o servicios en la Iglesia. Los ministerios no son una escala jer谩rquica en que va ascendiendo en importancia y necesidad. Cuanto m谩s alto, m谩s importante y m谩s necesario. Definitivamente no es esto lo que propone el evangelio. 脡ste nos propone que valoremos nuestro servicio en relaci贸n con la misi贸n que el Se帽or nos ha encomendado y no por los m茅ritos que nosotros le atribuimos. No es nuestro el m茅rito de la misi贸n que se nos encomienda en la Iglesia. El m茅rito pertenece s贸lo al Esp铆ritu de Dios que act煤a de forma eficaz y no a nuestra eficiencia empresarial. Cuando una obra sale adelante y comienza a producir frutos de solidaridad, justicia y amor, es el Se帽or el que all铆 act煤a y no la diligencia de los servidores. El ministro, el servidor, el ap贸stol y el disc铆pulo deben reconocer que su lugar est谩 entre los hermanos y no usurpando el lugar del Se帽or y del Maestro. Todos los que prestan alg煤n servicio en la Iglesia deben estar conscientes que ese ministerio no ha sido instituido en orden al crecimiento personal, sino al crecimiento de la comunidad. Por eso, feliz la comunidad que pueda decir el d铆a del juicio: «hemos sido servidores in煤tiles porque 煤nicamente hemos hecho lo que nos correspond铆a» (servicio b铆blico latinoamericano).
Fij茅monos solamente en un detalle y alegr茅monos de lo que nos dice. “Dios cre贸 al hombre incorruptible; le hizo a imagen de su naturaleza”. Y despu茅s agrega que la “muerte” entr贸 por envidia del diablo, y que 茅ste se queda s贸lo con quienes le siguen como “pecadores”, hijos de muerte, pues los “santos, los justos” no morir谩n. ¿De qu茅 muerte y de qu茅 vida se trata en este libro? De la muerte que acaba para siempre con la “persona”, con este “yo” que siente, ama, piensa, espera. La persopna que es “hija y amiga del pecado” va a la muerte; la persona que es “hija de la justicia, de la verdad, de la santidad”, va a la eternidad bienaventurada. La visi贸n del libro de la Sabidur铆a es todav铆a limitada: seg煤n 茅l, solo tendr谩n vida eterna los justos. Esto es poco. La revelaci贸n se enriquecer谩 y vendr谩 a decirnos que toda persona est谩 llamada a vivir para siempre... pero Jes煤s no quiso responder de qui茅nes se iban a condenar o salvar… hay que confiar y al mismo tiempo luchar…

Lc. 17, 7-10. ¿Estamos dispuestos en todo a hacer la voluntad de Dios? Por muchas riquezas, poder y justificaci贸n que tengamos, jam谩s podremos decir que nos hemos igualado a Dios en su perfecci贸n. Siempre estaremos a la altura del siervo, dispuesto en todo a hacer la voluntad de su Se帽or. Y lo que 脡l espera de nosotros es que estemos siempre dispuestos, como el Buen Pastor, a cuidar de los suyos. No podemos sentarnos a la mesa mientras no lo sirvamos en los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos y encarcelados. Cuando lo hagamos debemos ser conscientes no s贸lo de que somos fortalecidos por su Esp铆ritu en nosotros, para dar a nuestros hermanos esas muestras de afecto del amor de Dios, sino que tambi茅n hemos de ser conscientes de que el mismo amor con que actuamos viene de Dios. Ojal谩 y pudi茅semos decir que lo que realizamos lo hacemos porque tenemos el mismo poder de Dios y, sin 脡l, al margen de 脡l, podemos hacer lo mismo que 脡l hace; esto no es posible. Sin embargo, unidos a 脡l realizaremos las obras de Dios y trabajaremos conforme a la Gracia recibida. Por eso s贸lo podremos decir: "No somos m谩s que siervos; s贸lo hemos hecho lo que ten铆amos que hacer.

Celebramos el Misterio Pascual de Cristo, mediante el cual el Sacrificio del Se帽or fue aceptado por el Padre Dios como un holocausto agradable. A pesar de que Jes煤s padeci贸 la muerte, esos momentos fueron breves a comparaci贸n de la abundante recompensa recibida. As铆 se cumplen las palabras de Jes煤s: Era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar, as铆, en su Gloria. El Se帽or, como si fuera el siervo de la casa, nos sienta a su Mesa y parte su pan para nosotros. Al final podr谩, satisfecho, decirle a su Padre: Todo est谩 cumplido; en tus manos encomiendo mi Esp铆ritu. As铆 experimentamos el amor de Dios que, a pesar de nuestras fragilidades, miserias y ofensas, nos sigue amando y contemplando cari帽osamente para protegernos como lo hace un padre amoroso con sus hijos.

Quienes entramos en comuni贸n de vida con Cristo estamos llamados a comportarnos a la altura del bien que hemos recibido de Dios. Identificados con Cristo por la fe y el bautismo, debemos continuar trabajando para que la salvaci贸n llegue a todos. En este aspecto no podemos escatimar esfuerzos. Dios espera de nosotros que seamos esforzados trabajadores de su Reino proclamando la Buena Nueva a todos. Nuestro amor, convertido en un signo del amor de Dios entre nuestros hermanos, debe propagarse como chispas en un ca帽averal o en rastrojo. Y esa propagaci贸n no s贸lo se har谩 mediante palabras que, con erudici贸n expliquen el Evangelio, sino tambi茅n, y de modo especial, con toda nuestra vida puesta al servicio de todos, preferencialmente a favor de los pobres para socorrerlos, y de los pecadores para ayudarles a encontrar el Camino de salvaci贸n, que es Cristo. Con tal de lograr cumplir en nosotros la voluntad de Dios, que nos ha confiado tan noble misi贸n, estemos dispuestos, incluso, a derramar nuestra sangre. Al socorrer a los pobres, al anunciar el Evangelio a los pecadores para que vuelvan a Dios, al asumir con amor todas las consecuencias que por ello nos venga, estamos derramando nuestra sangre por los dem谩s; sangre que se convierte en un holocausto agradable a Dios, asumido por Cristo en el momento de su entrega por nosotros.

Rogu茅mosle al Se帽or, por intercesi贸n de la Sant铆sima Virgen Mar铆a, nuestra Madre, que nos conceda la Gracia de hacer en todo su voluntad, sabiendo que ese es el 煤nico camino que nos mantiene unidos a Cristo para ser, junto con 脡l, coherederos de la Gloria del Padre. Am茅n.

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