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s谩bado, 27 de noviembre de 2010

Esperanza y vida, mundo y eternidad


Desde El Fed贸n, di谩logo de Plat贸n, se ha hablado mucho sobre la inmortalidad del alma. Dice el cantante Jos茅 Luis Perales: “hay momentos en esta vida, tan felices, que pienso que el cielo lo tengo aqu铆 -¿Y son frecuentes esos momentos? -Son intensos, maravillosos, pero no demasiado frecuentes. Por eso pienso que hay una vida despu茅s de 茅sta. No es l贸gico que vengamos a este mundo a pasar un minuto de felicidad por mil de infelicidad. En lo m谩s profundo de mi ser hay el convencimiento de que hay otro mundo que no es as铆. No nos conformamos con que un d铆a salga el sol y est茅 todo precioso, sino que queremos que sea siempre”. Recuerdo haber le铆do de un famoso general que en su epitafio mand贸 poner, entre otras cosas, los d铆as que fue feliz, que eran bien pocos, y a帽ad铆a, “y no todos seguidos”… una mujer al que se le muri贸 el marido de accidente, a quien quer铆a mucho, puso en un libro que le dedic贸: “con 茅l fui feliz los 30 a帽os que pas茅 a su lado… todos seguidos”. Pero, a煤n as铆, sabiendo que la felicidad depende del amor, en esta vida no lo tenemos todo. Podemos estar contentos, pero no satisfechos por completo, si no en la esperanza de un mundo mejor. Porque llevamos dentro una sed de eternidades, de infinitud...
Hay una cierta intuici贸n en el hombre, en la que se atisba todo esto y algunos autores paganos hablan de hombres que tienen deseo de ser dioses o hijos de dioses. Y el sentimiento de “endiosarse” lleva a la osad铆a de las cosas grandes. Constituye un endiosamiento: “Si hemos sido hechos hijos de Dios, hemos sido hechos dioses” (S. Agust铆n).
Esta intuici贸n genera esperanza, que no es olvidar nuestra vida y el mundo. El marxismo cl谩sico consider贸 a la religi贸n como el opio del pueblo, pues la religi贸n, mientras orienta la esperanza del hombre hacia una vida futura ilusoria, lo estar铆a apartando de la construcci贸n de la ciudad terrestre. Pero hemos visto durante los desastres del siglo XX que en realidad son los sistemas sin Dios los que aniquilan al hombre, o los ego铆smos individualistas que tenemos a煤n hoy: comamos y bebamos, que ma帽ana moriremos es algo nefasto, pues el hombre s贸lo se realiza con la apertura hacia los dem谩s. Pero tampoco est谩 bien olvidarnos del mundo y pensar s贸lo en el cielo. Est谩 claro que muchos cristianos han abandonado el mundo de aqu铆, pensando mucho en el mundo futuro, abandonando las obligaciones sociales… La noci贸n de liberaci贸n “integral” propuesta por el magisterio de la Iglesia conserva, a la vez, el equilibrio y las riquezas de los diversos elementos del mensaje evang茅lico. Amor al mundo. A lo largo de la historia hemos visto concepciones de la vida muy pegadas a gozar de la tierra, y otras que desprecian esta realidad y buscan el cielo. Joan Maragall en su c谩ntico espiritual se refer铆a a un mundo al que amaba, y le costaba imaginar algo m谩s grande: “si el mundo es ya tan hermoso, Se帽or, … / ¿qu茅 m谩s nos pod茅is dar en otra vida? /… querr铆a / detener muchos momentos de cada d铆a / para hacerlos eternos dentro de mi coraz贸n”; en el centenario de este gran poeta, recordemos c贸mo su fe le llevaba no s贸lo a pensar en un m谩s all谩, sino a ver a Dios en nuestra realidad, por eso acababa su plegaria diciendo: “¡D茅jame creer, pues, que est谩s aqu铆!”
            Lluci脿 Pou Sabat茅