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domingo, 30 de septiembre de 2012


Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia: el camino del abandono de los niños nos lleva directos a Jesús, a la misericordia de nuestro Padre Dios… así la vida es de rosas, con espinas que luego son gloria
 “En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño entre vosotros es el más importante...” (Lucas 9,46-50).
1. El mes de octubre comienza con la memoria de Santa Teresita, apóstol de la Misericordia; ella nos hace ver que “Dios es sólo amor y misericordia”, Dios es un Padre que me ama, y por eso lo perdona todo; realmente Dios antes que nada es Amor, y todo ha sido hecho porque nos ama: "Dios creó solo aquellos seres, de los que se enamoró" (Card. Lehman). Cada uno podemos pensar: existo, porque Él se enamoró de mí. Soy aceptado por Dios; me quiere como soy. En mí todo es gracia: nací de un sueño de amor de Dios –que está loco por mí- y me tiene un amor gratuito. Una chica, al descubrir cómo vivir de la gratuidad de Dios, escribía: “Una tarde volvía yo de la reunión de oración y mi abuela me esperaba en la cocina, como siempre. Yo le conté emocionada: ‘-yaya, ¡no te imaginas! ¡Dios me quiere como soy! No tengo que hacer nada para que me quiera... ¿no es alucinante?’ Y a mi abuela se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo: ‘-me han estafado. Me han engañado’. Y es que a ella le habían predicado que el amor de Dios hay que merecérselo y ganárselo a base de méritos. Claro, como eso es imposible, nunca se había sentido digna y, por tanto feliz. Ella no conocía el significado de ‘dejarse amar por Dios’” (de una revista de la renovación carismática).
¿Tiene razón la nieta o la abuela? Realmente el corazón de Dios se vuelca en mí como hijo, más allá de la realidad concreta de mis obras buenas o malas. Cuántas angustias se han causado, por no explicar bien cómo es Dios, mostrándolo como “justiciero”... toda justicia divina hay que entenderla desde esa misericordia, todas las verdades de doctrina, hasta el infierno: que no lo ha hecho Dios para nosotros, sino que es la triste posibilidad de no amar, la autoexclusión de quien no quiere amar a Dios y a los demás. ¿Es al mismo tiempo cierto que las obras son meritorias? Si, y pienso que sólo podemos captar la Misericordia cuando abrimos el corazón, es como un chorro inmenso que está siempre –el Amor que siempre está como cayendo del cielo- pero del que sólo podemos llenarnos según nuestro recipiente, la medida de nuestro corazón. ¿Cómo se ensancha éste? Cuando se da; y es algo cíclico: la grandeza del amor se multiplica cuando se da: eso lleva a fijarse en lo bueno, en lo positivo de los demás, en sus cualidades, virtudes, acciones...
Hoy es particularmente iluminante este espíritu de Santa Teresita, que nos muestra un  Dios todo amor y misericordia, donde la justicia queda explicada con la ternura.
Encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la caridad (I Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir: “¡ Oh, Jesús, amor mío, he encontrado al fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!… Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ¡¡¡Así mi sueño se verá realizado!!!” (Manuscrito B, 3 v).
Un año después de su muerte se publica un libro a partir de sus escritos: Historia de una Alma, que va a conquistar al mundo y dará a conocer a esta joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de amor". Una vida escondida iba a iluminar el mundo.
Diría Juan Pablo II sobre ella: «En una cultura racionalista y demasiado a menudo invadida por un materialismo práctico ella opone con una sencillez que desarma "la pequeña vía" que conduce al secreto de toda existencia: el Amor divino que envuelve y penetra toda la aventura humana... En un tiempo como el nuestro, caracterizado por la cultura de lo efímero y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se muestra dotada de una singular eficacia para esclarecer el espíritu y el corazón de los que tienen sed de verdad y de amor». Propone también a Teresita como patrona de los jóvenes: «Creo que los jóvenes pueden encontrar efectivamente en ella una auténtica inspiradora para guiarles en la fe y en la vida eclesial, en una época en la que el camino puede estar lleno de pruebas y dudas»: «Teresa experimentó diferentes pruebas, pero recibió la fuerza para permanecer fiel y confiada».
2. “El Señor la rodeó cuidando de ella, la guardó como a las niñas de sus ojos, extendió sus alas como el águila, la tomó y la llevó sobre sus plumas; el Señor sólo la condujo” (Dt 32,10).
Santa Teresa del Niño Jesús nació en Alençon en 1873. Como no se veía en la “perfección” que se predicaba para alcanzar la santidad, no se perdió en disquisiciones teológicas, sino que tuvo la intuición del “ascensor”, un camino directo a través del amor: «Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Vivió la cruz, ya desde los cinco años cuando su madre murió. Cuando tenía nueve años, su hermana Paulina, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Cuando tuvo una grave enfermedad, el 13 de mayo de 1883, una imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. Al año siguiente, el 8 de junio, su primera Comunión es para ella una "fusión" de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Él. Piensa ya en ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.
Llega hasta el Papa León XIII para pedir su entrada en el monasterio, y a los 14 años y medio entra por fin, en su vocación de "amar a Jesús y hacerlo amar". Comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los sacerdotes. A los 23 años enfermó de tuberculosis y murió a los pocos meses. Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones (Coro Marín).
Su más grande sufrimiento será la enfermedad de su amado padre, internado en El Buen Salvador de Caen, hospital para enfermos mentales. Su Carmelo, marcado por el temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un Dios justo, le pesa. Aspira al amor cuando lee la "Llama de amor viva" de S. Juan de la Cruz. En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz descubre la gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra cosa que Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre, vivida en una confianza absoluta. "Si no volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18, 3).
Pequeñas anécdotas le hacen vivir intensamente el amor de Dios. Cuenta el obispo Guy Gaucher que la vida de sor Teresa fue normal, sin especial fama. Tuvo una noche oscura en sus últimos momentos, y una fuerte enfermedad, y se abandona en el Señor. Escribe poco antes de su muerte: “dice el Evangelio que Dios vendrá como un ladrón. A mí vendrá a robarme con gran delicadeza. ¡Como me gustaría ayudar al Ladrón!... no tengo ningún miedo del Ladrón. Lo veo lejos y en vez de gritar: ¡al ladrón!, lo llamo diciéndole: ¡por aquí, por aquí!” Este espíritu -del Evangelio- es útil para impregnar todos los campos (Derecho, relaciones laborales...) pero pienso que particularmente la educación. Mirando una imagen de Jesús con dos niños, explica con inocencia profunda: “soy yo este pequeñito que ha subido al regazo de Jesús, que alarga tan graciosamente su piernecita, que levanta la cabeza y lo acaricia sin temor. El otro pequeño no me gusta tanto; le han dicho algo..., sabe que debe tratar con respeto a Jesús”. Tantas veces la educación –también la religiosa- ha sido cargada de un respeto que da miedo, y lo que más ayuda al ambiente de nuestro tiempo, lleno de miedo e inseguridad, es esa paz y esperanza de sentirnos queridos, pese a nuestras equivocaciones e incertidumbres. Cuando se encuentra vacía de obras buenas de cara al juicio que llega a su muerte, dice la Doctora de la Iglesia que Jesús “no podrá pagarme –según mis obras-... Pues bien, me pagará según las suyas”.
La tuberculosis mina su salud y la debilita. Teresa emplea sus últimas fuerzas en enseñar "su camino de infancia espiritual" a las cinco novicias que tiene a su cargo y por carta a sus hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en Africa y China, y en sus escritos "canta las misericordias del Señor" en su corta vida.
El seminarista Mauricio Bellière, de veinte años, será su “alma gemela” también en la agonía de una pasión escondida, como se hablaron por carta, con la promesa de que ella le ayudaría desde el cielo. Será Padre Blanco y partirá a Nyassland (hoy Malawo) cuando ella estaba muriendo. Expulsado de su familia religiosa, volverá a Francia y vagará despreciado por todos morirá hospitalizado en el Buen Salvador de Caen en 1907, a los treinta años. En el mismo hospital psiquiátrico donde estuvo el padre de Teresa. Su olvidada tumba ha sido restaurada, al ver que sus desobediencias y faltas de carácter eran debidas a que padecía la enfermedad del sueño, causada por las moscas durante su dedicación misionera. Las once cartas de Teresa son muy importantes para ver que las rosas están llenas de espinas, que «la noche de la fe» comprende dudas, abandono total, la tentación de la desesperación. Juan Pablo II señala que ella ahora «sostiene a sus hermanos y hermanas en todos los caminos del mundo».
Pidiendo "hacer el bien en la tierra después de su muerte, hasta el fin del mundo", profetizando humildemente que su misión póstuma sería enseñar su caminito a las almas y "pasar su cielo haciendo el bien en la tierra", muere el 30 de septiembre 1897. Murió desconocida en un pequeño Carmelo de Provincias, no había más de treinta personas en su entierro en el cementerio de Lisieux. Sin embargo, a su canonización en S. Pedro de Roma asistirán más de 500.000 el 17 de mayo de 1925. Una vida muy ordinaria y muy escondida. "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra", dice mostrando un cielo mucho más activo de como se veía. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II en 1997 (Coro Marín).
3. “Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre”, rezamos con el salmo. El abandono en los brazos de Dios resume el camino de Santa Teresa. Leyendo Isaías 66, comprendió que no podía subir sola la escalera de la perfección, pero que Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un ascensor rápido. Es el descubrimiento de su “caminito": "Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre" (Manuscrito B, 1v).
Su descubrimiento es que Dios es esencialmente Amor Misericordioso. En adelante verá todas las perfecciones divinas, incluida la justicia, partiendo de la Misericordia. Esto conlleva una confianza audaz: "Quiero ser santa, pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad" (Acto de ofrenda). Es dejar hacer a Jesús:" Sí, lo sé, cuando soy caritativa , es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a Él, más amo a todas mis hermanas" (Manuscrito C, 13 r).
Decía la santa, sobre nuestro afán de ser algo o alguien: “Somos una gotita de rocío que se oculta en el cáliz de la flor de los campos. Desconocidas de todos. No debemos envidiar ni siquiera al claro arroyuelo que serpentea por la pradera. Es verdad que su murmullo es muy dulce; pero, además de que por eso mismo no puede permanecer oculto, el arroyuelo no cabe en el cáliz de la Flor de los campos... ¿Es necesario ser tan pequeño para poder acercarse a Jesús...? Es más útil el arroyuelo que la gota de rocío, la cual no sirve más que para refrescar un instante la frágil corola de una flor silvestre. Esto es ignorar la causa del mérito de las obras. Jesús no tiene necesidad de nuestras obras brillantes ni de nuestros pensamientos sublimes; si él quisiera concepciones elevadas, ¿no tiene sus ángeles, cuya ciencia sobrepasa infinitamente la de los más grandes genios de este mundo? No es, pues, ni la grandiosidad de las obras ni los talentos lo que Jesús quiere y aprecia. No pide más que una gotita de rocío que durante la noche de esta vida permanezca oculta en Él, en el cáliz de la Flor de los campos”.
Llucià Pou Sabaté

Lunes de la 26ª semana. Jesús nos libera del orgullo, y de las cosas materiales, pues el camino de la humildad y del amor nos abre a un mundo mejor

“En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: -«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro»” (Lucas 9,46-50).  

1. Los apóstoles tienen ganas de figurar, como nosotros, y por eso les dices, Señor, que tu actitud es de Siervo: "no he venido a ser servido sino a servir". ¿Quién es el mayor? El que sirve. Y tomas un niño para decirnos que es "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése le pone Jesús como modelo.
-"¿Cuál de ellos sería el más grande?" Después de que les hablas de la cruz y del servicio, se les ocurre hablar de quien manda… El deseo de dominar, de ser "más" que los demás, nos puede. Veo en mi vida las huellas de ese mismo deseo y me pregunto: ¿Qué formas, aparentes o escondidas, toma mi deseo de dominar, de ser más grande...?
-“Jesús, adivinando lo que pensaban...” Un debate interior, mental -según san Lucas-, mientras que Marcos dice que hay una disputa entre ellos… “Jesús, de nuevo el Evangelio me recuerda que conoces hasta los más profundos pensamientos de mi corazón.
Nada se te oculta a tu conocimiento divino.
Pero esto no debe producirme una sensación de inquietud, como si estuviera acorralado, sino un sentimiento de paz y de seguridad, porque Tú   -que eres mi Padre- estás conmigo, porque me acompañas siempre, y me ayudas con tu gracia.
Jesús, ante la conducta soberbia de los apóstoles, no les reprimes -como si fueras un inspector que ha cogido a alguien en falso-, sino que les ayudas a entender el valor de la humildad tomando el ejemplo de un niño.
Así haces conmigo, si yo procuro mantenerme en tu presencia a lo largo del día; me enseñas, me guías, me animas, me das una mayor visión sobrenatural” (Pablo Cardona).
-“Tomó de la mano a un chiquillo, lo puso a su lado y les dijo. "El que toma a un niño en mi nombre, me acepta a mí, y el que me acepta, acepta también al que me ha enviado."” Señor, ayúdame a que no me agraden las acciones deslumbrantes, sino a encontrar mi alegría en lo "cotidiano" en las pequeñas cosas ordinarias. «El humilde se mantiene alejado de los honores terrenos, y se tiene por el último de los hombres; aunque exteriormente parezca poca cosa, es de gran valor ante Dios. Y cuando ha hecho todo lo que el Señor le ha mandado, afirma no haber hecho nada, y anda solícito por esconder todas las virtudes de su alma. Pero el Señor divulga y descubre sus obras, da a conocer sus maravillosos hechos, le exalta y le concede todo lo que pide en su oración» (San Basilio).
-“Pues el más pequeño entre todos vosotros, ¡ese es el mayor!” Lo grande no es reinar, sino servir. Sí, para Jesús el servir es cosa grande: porque servir al más despreciado de los hombres, es servir a Dios... y es imitar a Jesús. "Jesucristo, sin bienes y sin sabidurías, está en el orden de la santidad. No ha inventado nada, no ha reinado, pero ha sido humilde, paciente, santo, santo ante Dios, terrible ante los demonios, sin pecado alguno. Es sencillamente ridículo escandalizarse de la humildad de Jesucristo... Pero los hay que no admiran más que las grandezas carnales, como si no las hubiera espirituales... Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos y todas sus producciones, no valen lo que el menor gesto de caridad..." (B. Pascal).
-“Intervino Juan y dijo: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y hemos intentado impedírselo, porque no anda con nosotros siguiéndote". Jesús le respondió: "No se lo impidáis; porque el que no está contra vosotros está a favor vuestro"El espíritu del poder es difícil de vencer. Juan mismo, no entendió nada. Quiere tener la exclusiva. Tiene envidia del éxito ajeno. Considera su vocación, su elección, como un privilegio (Noel Quesson). El servicio da una nueva dimensión a nuestro ser.
Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran (Nm 11). Los celos, el creer que dentro de la Iglesia mi “grupo” es el mejor, es una tentación común en la historia. No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien". También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús. Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento (J. Aldazábal).
Hemos visto dos temas en el Evangelio de hoy: las disputas internas sobre el poder -quien es más-; y el rechazo hacia otros que no sean “de los nuestros”. Ante esto, Jesús nos habla de la sencillez del niño sin ambiciones, y que la Iglesia es abierta, no podemos controlar…
Un proverbio que se había hecho corriente desde la guerra civil de los romanos es parecido a lo que tú nos dices, Jesús: "Te hemos oído decir que nosotros (los hombres de Pompeyo) tenemos por adversarios nuestros a todos los que no están con nosotros, y que tú (César) tienes por tuyos a todos los que no están contra ti".
2. El libro de Job al parecer tiene fuentes del segundo milenio a. C. Pone en escena a un rico propietario del sudeste del mar Muerto, un hombre íntegro, atacado en su persona y en sus bienes más queridos y que, en esa situación, muestra una paciencia ejemplar. Un poeta tomó la obra antigua para adaptarla a las cuestiones planteadas por su época. Judío de la segunda generación del destierro, atento al profundo malestar de sus compatriotas, se sirvió del cuento como de un trampolín para intentar dar una respuesta. Entre los «Libros Sapienciales», el Libro de Job es merecidamente célebre. Escrito hacia el s. V a. de J.C., plantea el «problema del mal» de manera inolvidable.
-¿Por qué existen el sufrimiento y la muerte? Los amigos de Job tratarán de decirle: «a causa del pecado...» El mal es un castigo. Esta es una de las respuestas que a menudo se han dado. Pero Job modifica la pregunta haciéndola más radical:
-¿Por qué el sufrimiento de los inocentes? Y es una de las preguntas más graves de todos los tiempos. La respuesta de Job, misteriosa, como veremos, es una aproximación, todavía imperfecta... Habrá que esperar la «cruz» de Jesús y su resurrección, para tener una respuesta más definitiva.
-“El Señor dijo: «¿Te has fijado en mi siervo Job? es un hombre cabal y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. ¡No hay nadie como él en la tierra!»  El sufrimiento, la prueba, no son un «castigo». Job es un «justo», un «santo»... y será terriblemente probado. Jesús también, «a fortiori», era "justo" y «santo», sin pecado... y se le crucificó, y murió en la cruz. Señor, ¡qué grande es el misterio en que nos introduces! Todo hombre, cuando sufre, siente la tentación de decir: ¿qué hemos hecho para que Dios nos trate de ese modo?» Para nosotros, pecadores, la pregunta puede tener, en parte, un sentido. Pero sería peligroso dar únicamente esta respuesta.
-“Satán respondió: «¿Es que Job teme a Dios de balde? Tócale sus bienes y juro que te maldice a la cara.»” Asistimos a una escena inspirada en el viejo folklore sirofenicio. Job feliz y rico lo perderá todo: sus rebaños sus propiedades, sus servidores, sus hijos, su salud... Y todo ello debido a la proposición de "Satán".
En el Antiguo Testamento, Satán es el "adversario" por excelencia -tradición del término "satan" en hebreo... que el griego tradujo por «diábolos», el «calumniador», el que pone zancadillas al que anda-. Satán es el adversario al designio de Dios, el que lanza un reto a Dios: no cree que el hombre sea capaz de «justicia» ni de «santidad»... No cree que el hombre sea capaz de servir a Dios «gratuitamente». La señal de Satán es el «interés», el egoísmo: doy para que me des. ¿Soy capaz de gratuidad? ¿Sirvo a Dios y a mis hermanos en vistas al premio, al mérito? o por amor, ¿sin esperar nada en retorno?
-“Job, postrado en tierra, dijo: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo retornaré allá. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Sea bendito el nombre del Señor!»” Aceptar dicha desnudez puede ser la mejor conformidad a la voluntad de Dios. En vez de maldecir, como lo había deseado el Tentador, Job, despojado de todo, acepta su sufrimiento y continúa «bendiciendo a Dios». Satán ha perdido el primer envite pero volverá al ataque (Noel Quesson). Satanás acusa a Dios: si los hombres te aman, es por los beneficios que les concedes. La fe no sería, pues, más que un amor interesado. Se plantea si existe una piedad desinteresada, y vemos que Job mantiene una serenidad total y confianza en el Señor. Otra cuestión es la de la retribución personal; todavía no se conoce la resurrección de la carne, y el epílogo describe la reintegración del fiel en sus bienes anteriores.
Los discípulos discutían sobre la precedencia en el reino, olvidando que el ser discípulo supone un desafío. Satanás y Dios luchan por la posesión del corazón del hombre. Job es aquel que, sin saberlo, acepta el desafío. El verdadero discípulo conocerá la Pascua, pero será al final de la prueba (Sal Terrae).
3. El salmo refleja esta fidelidad de Job: "en mis labios no hay engaño; aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí; yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío".
Llucià Pou Sabaté

sábado, 29 de septiembre de 2012


Domingo de la 26ª semana (B). El Señor nos pide generosidad en la lucha contra todo egoísmo, y así podremos amar cada día más a Dios y los demás.

“«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros». Jesús contestó: «No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros. Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.

Y si tu mano derecha te escanda liza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga» (Marcos 9, 38-43,45. 47-48).

El Evangelio nos habla de ser generosos con todos, dejar que hagan las cosas mientras hagan el bien, y así cuando le dicen a Jesús que otros hacen lo mismo, él les viene a decir que hay que vivir sin celos, ante los que hacen el bien: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. “Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
En la Iglesia pueden aparecer grupos y divisiones, incluso iglesias o comunidades separadas, pero esto fue hace tiempo y por motivos confusos. «Además, los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos... Justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Código de Derecho Canónico, 818).
Jesús nos pide también que no escandalicemos a nadie (no hagamos pecar) y menos “a uno de estos pequeñuelos que creen”, porque es algo tan gordo que “más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”, es decir, procurar de verdad no hacer daño a los pequeños en su fe. Luego habla de cortar la mano y quitar el ojo, que hay que leer en relación con el conjunto del Evangelio de amar el cuerpo y la vida como regalo de Dios; es una expresión que quiere decir quitar lo que hace daño. No quiere decir hacernos daño, claro, es que si una piedra me hace tropezar hay que quitar la piedra, como decía san Josemaría: “aparta Señor de mí lo que me aparte de ti”. Y advertía: «Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de... estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. / Has de concederme que eres poco consecuente» (Surco 132).
Por ejemplo, no parece que va bien tener la tele en la habitación, ni conexión a internet, pues es fuente de pérdidas de tiempo y de adicciones inútiles o maliciosas... también lo aconsejan los médicos, que la cama sea para dormir y así se descansa mejor. Así, ante los reclamos de una sociedad que busca el placer desligado del bien, podemos acudir a la protección de la Santísima Virgen para que su ayuda nos proteja y nos guarde.

2. Cuenta el libro de los Números: “el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, tomando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar en seguida”. Unos no estaban en la reunión y también profetizaban, y Josué se chivó a Moisés, celoso, pero él respondió: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!» Jesús nos dice lo mismo, pues Moisés es imagen de él, que vendrá luego.
¿Tenemos celotipias de los demás? ¿Queremos tener la exclusiva del poder, o estamos dispuestos a compartir con alegría? El Señor nos pide ser generosos, para que seamos hijos de nuestro Padre celestial. Señor, te pido la gracia de querer a todos como Tú les quieres, como hijos tuyos y hermanos míos. Por eso haces salir el sol sobre todos, buenos y malos, y envías tu lluvia sobre justos y pecadores. Ayúdame a hablar con todos, saludar a todos, rezar por todos y no ser enemigo de nadie. Procuraré querer a todos, y dejar mis cosas a quien las necesite. Aprender a dar como cuentan de un niño de esos que aún no saben hablar, estaba en brazos de su madre y con muchos caramelos. “Me acerqué a él y le pedí: -¿Me das un caramelo? Cogió uno y me lo dio. Su madre me insinuaba que siguiera pidiéndole más. -Tú tienes muchos caramelos, yo sólo tengo uno, ¿me das otro? Miró a su madre, no sé si queriendo complacerla o más bien solicitando ayuda para el nuevo esfuerzo, y volvió a triunfar la generosidad del pequeñín: Me dio el segundo caramelo, y aún más… Al final, la madre colmó de besos y abrazos al pequeño contagiándole de su alegría”.
Es bonito compartir, aprender a dar, como aprenden los niños. Dicen que un pequeño en la escuela miraba su bocadillo de merienda y al ver que a otro se le había olvidado traer piensa: “si le invito, ¿qué quedará para mí?”; pero pensó que esto le hacía más egoísta, y pensó enseguida: “si me lo como, ¿qué le podré dar a él?” Y le invitó, sintiendo que esto le hacía hijo de Dios, hermano de los demás. Así, todos estamos contentos al experimentar que compartir es querer, ser solidario, sintiendo que mis cosas están al servicio de los demás, y que las penas y alegrías de los demás son también mías.

En el Salmocantamos: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma”. Es una fuente interior esta ley que Dios ha escondido dentro de nosotros: “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”, le dijo el Señor al profeta Jeremías. La ley de Dios, en el corazón. Nosotros, hombres modernos, ¿no tendríamos que redescubrir lo que es  una "ley"? "Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón... son más preciosos que el oro,  más dulces que la miel". Cuando dos equipos de fútbol se encuentran en un estadio,  millones de hombres están atentos a las "reglas del juego". Se insiste en el fairplay, la  corrección... Se dice que el equipo que respeta las leyes del juego es más "deportivo", en el  mejor sentido de la palabra. Este ejemplo muestra que la ley es necesaria para el buen  funcionamiento de un grupo cualquiera. Sin ley, se imponen la guerra, la irregularidad, la  fuerza, la anarquía. La misma felicidad de vivir está en juego. ¿Puede una familia vivir sin un  mínimo de leyes reconocidas y respetadas libremente por todos? La ley de Dios, es aún más  profunda: regula desde el interior el correcto funcionamiento de nuestro ser. "La ley del  Señor es perfecta... guardarla es para el hombre una ganancia..." (Noel Quesson).

3. Santiagodice a los egoístas que lo van a pasar mal, que todo eso no les servirá para ser felices: “Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!”. Recuerda la historia del Rey y el mendigo de Tagore: “Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé guardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!”
Nuestro Padre-Dios es el Gran Rey que nos quiere dar todo, pero necesita que le demos nuestras cosas, para que Él las transforme en divinas. Podemos pensar en la generosidad de Jesús: Señor, imagino cómo trabajas con perfección. Ya desde niño aprenderías en hacer los deberes bien, te imagino cuando obedecías a tus padres a la primera, y que dejarías participar en tus juegos a los otros niños. Y así irías creciendo en el amor, y vivirías la generosidad con el tiempo, para dedicarlo a Dios y a los demás. Y cuidarías cada día la oración con el Padre… Te pido, Señor, que me ayudes a ser como tú, a aprender como el pobre tenía que haber aprendido: a darte mis esfuerzos a lo que Dios me pide, mi trigo, y se convertirá en oro. Propósito: Por amor a Jesús, seré más generoso con la persona que más lo necesite.

Llucià Pou Sabaté

Domingo de la 26ª semana (B). El Señor nos pide generosidad en la lucha contra todo egoísmo, y así podremos amar cada día más a Dios y los demás.

“«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros». Jesús contestó: «No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros. Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.

Y si tu mano derecha te escanda liza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga» (Marcos 9, 38-43,45. 47-48).

El Evangelio nos habla de ser generosos con todos, dejar que hagan las cosas mientras hagan el bien, y así cuando le dicen a Jesús que otros hacen lo mismo, él les viene a decir que hay que vivir sin celos, ante los que hacen el bien: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. “Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
En la Iglesia pueden aparecer grupos y divisiones, incluso iglesias o comunidades separadas, pero esto fue hace tiempo y por motivos confusos. «Además, los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos... Justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Código de Derecho Canónico, 818).
Jesús nos pide también que no escandalicemos a nadie (no hagamos pecar) y menos “a uno de estos pequeñuelos que creen”, porque es algo tan gordo que “más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”, es decir, procurar de verdad no hacer daño a los pequeños en su fe. Luego habla de cortar la mano y quitar el ojo, que hay que leer en relación con el conjunto del Evangelio de amar el cuerpo y la vida como regalo de Dios; es una expresión que quiere decir quitar lo que hace daño. No quiere decir hacernos daño, claro, es que si una piedra me hace tropezar hay que quitar la piedra, como decía san Josemaría: “aparta Señor de mí lo que me aparte de ti”. Y advertía: «Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de... estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. / Has de concederme que eres poco consecuente» (Surco 132).
Por ejemplo, no parece que va bien tener la tele en la habitación, ni conexión a internet, pues es fuente de pérdidas de tiempo y de adicciones inútiles o maliciosas... también lo aconsejan los médicos, que la cama sea para dormir y así se descansa mejor. Así, ante los reclamos de una sociedad que busca el placer desligado del bien, podemos acudir a la protección de la Santísima Virgen para que su ayuda nos proteja y nos guarde.

2. Cuenta el libro de los Números: “el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, tomando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar en seguida”. Unos no estaban en la reunión y también profetizaban, y Josué se chivó a Moisés, celoso, pero él respondió: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!» Jesús nos dice lo mismo, pues Moisés es imagen de él, que vendrá luego.
¿Tenemos celotipias de los demás? ¿Queremos tener la exclusiva del poder, o estamos dispuestos a compartir con alegría? El Señor nos pide ser generosos, para que seamos hijos de nuestro Padre celestial. Señor, te pido la gracia de querer a todos como Tú les quieres, como hijos tuyos y hermanos míos. Por eso haces salir el sol sobre todos, buenos y malos, y envías tu lluvia sobre justos y pecadores. Ayúdame a hablar con todos, saludar a todos, rezar por todos y no ser enemigo de nadie. Procuraré querer a todos, y dejar mis cosas a quien las necesite. Aprender a dar como cuentan de un niño de esos que aún no saben hablar, estaba en brazos de su madre y con muchos caramelos. “Me acerqué a él y le pedí: -¿Me das un caramelo? Cogió uno y me lo dio. Su madre me insinuaba que siguiera pidiéndole más. -Tú tienes muchos caramelos, yo sólo tengo uno, ¿me das otro? Miró a su madre, no sé si queriendo complacerla o más bien solicitando ayuda para el nuevo esfuerzo, y volvió a triunfar la generosidad del pequeñín: Me dio el segundo caramelo, y aún más… Al final, la madre colmó de besos y abrazos al pequeño contagiándole de su alegría”.
Es bonito compartir, aprender a dar, como aprenden los niños. Dicen que un pequeño en la escuela miraba su bocadillo de merienda y al ver que a otro se le había olvidado traer piensa: “si le invito, ¿qué quedará para mí?”; pero pensó que esto le hacía más egoísta, y pensó enseguida: “si me lo como, ¿qué le podré dar a él?” Y le invitó, sintiendo que esto le hacía hijo de Dios, hermano de los demás. Así, todos estamos contentos al experimentar que compartir es querer, ser solidario, sintiendo que mis cosas están al servicio de los demás, y que las penas y alegrías de los demás son también mías.

En el Salmocantamos: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma”. Es una fuente interior esta ley que Dios ha escondido dentro de nosotros: “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”, le dijo el Señor al profeta Jeremías. La ley de Dios, en el corazón. Nosotros, hombres modernos, ¿no tendríamos que redescubrir lo que es  una "ley"? "Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón... son más preciosos que el oro,  más dulces que la miel". Cuando dos equipos de fútbol se encuentran en un estadio,  millones de hombres están atentos a las "reglas del juego". Se insiste en el fairplay, la  corrección... Se dice que el equipo que respeta las leyes del juego es más "deportivo", en el  mejor sentido de la palabra. Este ejemplo muestra que la ley es necesaria para el buen  funcionamiento de un grupo cualquiera. Sin ley, se imponen la guerra, la irregularidad, la  fuerza, la anarquía. La misma felicidad de vivir está en juego. ¿Puede una familia vivir sin un  mínimo de leyes reconocidas y respetadas libremente por todos? La ley de Dios, es aún más  profunda: regula desde el interior el correcto funcionamiento de nuestro ser. "La ley del  Señor es perfecta... guardarla es para el hombre una ganancia..." (Noel Quesson).

3. Santiagodice a los egoístas que lo van a pasar mal, que todo eso no les servirá para ser felices: “Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!”. Recuerda la historia del Rey y el mendigo de Tagore: “Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé guardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!”
Nuestro Padre-Dios es el Gran Rey que nos quiere dar todo, pero necesita que le demos nuestras cosas, para que Él las transforme en divinas. Podemos pensar en la generosidad de Jesús: Señor, imagino cómo trabajas con perfección. Ya desde niño aprenderías en hacer los deberes bien, te imagino cuando obedecías a tus padres a la primera, y que dejarías participar en tus juegos a los otros niños. Y así irías creciendo en el amor, y vivirías la generosidad con el tiempo, para dedicarlo a Dios y a los demás. Y cuidarías cada día la oración con el Padre… Te pido, Señor, que me ayudes a ser como tú, a aprender como el pobre tenía que haber aprendido: a darte mis esfuerzos a lo que Dios me pide, mi trigo, y se convertirá en oro. Propósito: Por amor a Jesús, seré más generoso con la persona que más lo necesite.

Llucià Pou Sabaté

Domingo de la 26ª semana (B). El Señor nos pide generosidad en la lucha contra todo egoísmo, y así podremos amar cada día más a Dios y los demás.

“«Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros». Jesús contestó: «No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros. Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.

Y si tu mano derecha te escanda liza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga» (Marcos 9, 38-43,45. 47-48).

El Evangelio nos habla de ser generosos con todos, dejar que hagan las cosas mientras hagan el bien, y así cuando le dicen a Jesús que otros hacen lo mismo, él les viene a decir que hay que vivir sin celos, ante los que hacen el bien: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. “Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
En la Iglesia pueden aparecer grupos y divisiones, incluso iglesias o comunidades separadas, pero esto fue hace tiempo y por motivos confusos. «Además, los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos... Justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Código de Derecho Canónico, 818).
Jesús nos pide también que no escandalicemos a nadie (no hagamos pecar) y menos “a uno de estos pequeñuelos que creen”, porque es algo tan gordo que “más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”, es decir, procurar de verdad no hacer daño a los pequeños en su fe. Luego habla de cortar la mano y quitar el ojo, que hay que leer en relación con el conjunto del Evangelio de amar el cuerpo y la vida como regalo de Dios; es una expresión que quiere decir quitar lo que hace daño. No quiere decir hacernos daño, claro, es que si una piedra me hace tropezar hay que quitar la piedra, como decía san Josemaría: “aparta Señor de mí lo que me aparte de ti”. Y advertía: «Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de... estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. / Has de concederme que eres poco consecuente» (Surco 132).
Por ejemplo, no parece que va bien tener la tele en la habitación, ni conexión a internet, pues es fuente de pérdidas de tiempo y de adicciones inútiles o maliciosas... también lo aconsejan los médicos, que la cama sea para dormir y así se descansa mejor. Así, ante los reclamos de una sociedad que busca el placer desligado del bien, podemos acudir a la protección de la Santísima Virgen para que su ayuda nos proteja y nos guarde.

2. Cuenta el libro de los Números: “el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, tomando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar en seguida”. Unos no estaban en la reunión y también profetizaban, y Josué se chivó a Moisés, celoso, pero él respondió: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!» Jesús nos dice lo mismo, pues Moisés es imagen de él, que vendrá luego.
¿Tenemos celotipias de los demás? ¿Queremos tener la exclusiva del poder, o estamos dispuestos a compartir con alegría? El Señor nos pide ser generosos, para que seamos hijos de nuestro Padre celestial. Señor, te pido la gracia de querer a todos como Tú les quieres, como hijos tuyos y hermanos míos. Por eso haces salir el sol sobre todos, buenos y malos, y envías tu lluvia sobre justos y pecadores. Ayúdame a hablar con todos, saludar a todos, rezar por todos y no ser enemigo de nadie. Procuraré querer a todos, y dejar mis cosas a quien las necesite. Aprender a dar como cuentan de un niño de esos que aún no saben hablar, estaba en brazos de su madre y con muchos caramelos. “Me acerqué a él y le pedí: -¿Me das un caramelo? Cogió uno y me lo dio. Su madre me insinuaba que siguiera pidiéndole más. -Tú tienes muchos caramelos, yo sólo tengo uno, ¿me das otro? Miró a su madre, no sé si queriendo complacerla o más bien solicitando ayuda para el nuevo esfuerzo, y volvió a triunfar la generosidad del pequeñín: Me dio el segundo caramelo, y aún más… Al final, la madre colmó de besos y abrazos al pequeño contagiándole de su alegría”.
Es bonito compartir, aprender a dar, como aprenden los niños. Dicen que un pequeño en la escuela miraba su bocadillo de merienda y al ver que a otro se le había olvidado traer piensa: “si le invito, ¿qué quedará para mí?”; pero pensó que esto le hacía más egoísta, y pensó enseguida: “si me lo como, ¿qué le podré dar a él?” Y le invitó, sintiendo que esto le hacía hijo de Dios, hermano de los demás. Así, todos estamos contentos al experimentar que compartir es querer, ser solidario, sintiendo que mis cosas están al servicio de los demás, y que las penas y alegrías de los demás son también mías.

En el Salmocantamos: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma”. Es una fuente interior esta ley que Dios ha escondido dentro de nosotros: “Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”, le dijo el Señor al profeta Jeremías. La ley de Dios, en el corazón. Nosotros, hombres modernos, ¿no tendríamos que redescubrir lo que es  una "ley"? "Los mandatos del Señor son rectos, alegran el corazón... son más preciosos que el oro,  más dulces que la miel". Cuando dos equipos de fútbol se encuentran en un estadio,  millones de hombres están atentos a las "reglas del juego". Se insiste en el fairplay, la  corrección... Se dice que el equipo que respeta las leyes del juego es más "deportivo", en el  mejor sentido de la palabra. Este ejemplo muestra que la ley es necesaria para el buen  funcionamiento de un grupo cualquiera. Sin ley, se imponen la guerra, la irregularidad, la  fuerza, la anarquía. La misma felicidad de vivir está en juego. ¿Puede una familia vivir sin un  mínimo de leyes reconocidas y respetadas libremente por todos? La ley de Dios, es aún más  profunda: regula desde el interior el correcto funcionamiento de nuestro ser. "La ley del  Señor es perfecta... guardarla es para el hombre una ganancia..." (Noel Quesson).

3. Santiagodice a los egoístas que lo van a pasar mal, que todo eso no les servirá para ser felices: “Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!”. Recuerda la historia del Rey y el mendigo de Tagore: “Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé guardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra, diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!”
Nuestro Padre-Dios es el Gran Rey que nos quiere dar todo, pero necesita que le demos nuestras cosas, para que Él las transforme en divinas. Podemos pensar en la generosidad de Jesús: Señor, imagino cómo trabajas con perfección. Ya desde niño aprenderías en hacer los deberes bien, te imagino cuando obedecías a tus padres a la primera, y que dejarías participar en tus juegos a los otros niños. Y así irías creciendo en el amor, y vivirías la generosidad con el tiempo, para dedicarlo a Dios y a los demás. Y cuidarías cada día la oración con el Padre… Te pido, Señor, que me ayudes a ser como tú, a aprender como el pobre tenía que haber aprendido: a darte mis esfuerzos a lo que Dios me pide, mi trigo, y se convertirá en oro. Propósito: Por amor a Jesús, seré más generoso con la persona que más lo necesite.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 28 de septiembre de 2012


29 de septiembre, Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Son espíritus enviados para cuidarnos. Jesús nos dice: “Veréis a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”

“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: -«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: -«¿De qué me conoces?» Jesús le responde: -«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: -«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: -«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: -«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1,47-51).  

1. Gabriel, Rafael y Miguel son ángeles y además símbolos de la comunicación entre Dios y los hombres. Comunicación que en ti, Señor, se hace plena realidad. Tú anuncias a Natanael un tiempo en el que el cielo quedará abierto y los ángeles, mensajeros de Dios, subir y bajar del cielo a la tierra, como el sueño de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Este sueño se hace realidad en ti, Señor, pues unes cielo y tierra con tu vida. Eres tú, Jesús, el auténtico Enviado, “ángel” de Dios, te has convertido para nosotros en la Scala Sancta (Escalera Santa) como nos dirigimos a Dios Padre en el Canon de la misa: “Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel [Jesús, el único que puede hacer ese acto], para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición”.
Describes a Natanael como a modelo de israelita. La mención de la higuera alude a Os 9, 10 (LXX): «Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres». El profeta describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios. Ahora, Jesús, renueva la elección.
Nos hablas de los ángeles cuando te refieres al fin del mundo (“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles”), aparecen con ocasión de tu nacimiento (anunciándolo a los pastores de Belén); te sirvieron en el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un ángel te confortará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto a tu sepulcro cuando resucitas; cuando vas a los cielos, animan a tus discípulos a la extensión del Evangelio. En las prisiones de Pedro, lo liberan unos ángeles.
Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que sirven a sus designios salvíficos con las otras criaturas (Catecismo). Los ángeles cooperan en toda obra buena que hacemos (santo Tomás de Aquino). La Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano. Los ángeles custodios están junto cada uno para asistirnos en nuestro camino hasta la casa del Cielo.

2. La liturgia de hoy nos ofrece como posible primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino rebajándolo. El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial, arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del Cordero triunfador.
El himno de Laudes es bien expresivo: “Miguel, Gabriel, Rafael. / ¡Oh espíritus señeros / arcángeles mensajeros  de Dios, que estáis junto a él! / A vuestro lado se sienten  / alas de fiel protección, / el incienso de oración  y el corazón obediente. / ‘¿Quién como Dios?’ / es la enseña; es el grito de Miguel... / Gabriel trae la embajada..., /  al ‘Sí’ de la Virgen Madre... / Rafael /  nos encamina  por la ruta verdadera... // ¡Oh Dios!, Tú  que nos diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus compañeros del cielo. Amén.
San Gregorio el Grande nos dice que esos ángeles llevan las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones (Jorge Mejía).
Miguel significa: “¿Quien como Dios?” La humildad es condición fundamental para ser fieles. Serviam! La paz, consecuencia de la lucha… Hubo una batalla en el cielo, y él encabezó la victoria. Pax in bello. Hemos de tener moral de victoria (Ap 12,7 ss.). En algunas oraciones litúrgicas le pedimos que nos proteja en el peligro (Defende nos in proelio…); que proteja a la Iglesia de sus enemigos y que los humille (ut inimímicos Sanctae Ecclesiae humiliare digneris). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Quizá las alas con que pintamos a los ángeles proceden de descripciones simbólicas de los profetas Daniel, Ezequiel e Isías.
En aquellos primeros momentos de la creación, algún espíritu creado por Dios se reveló en un pecado consciente, y la corrupción de lo mejor se convirtió en lo peor (corruptio optimi pessima). Su castigo no permite una redención, pues no quiere ser redimido, permanece en su odio, aunque sufra. Por ello odia a los hombres y trata de seducirlos. Su presencia en la historia es importantísima, pero por contraste se hace más luminosa la misericordia divina y la luminosa presencia de los ángeles fieles, Miguel el primero. San Gregorio Magno dice que "siempre que se debe realizar algo que requiere un poder extraordinario es enviado Miguel para que quede claro que nadie es más fuerte que Dios." Hacen falta migueles: fuertes, valientes, generosos en esa guerra de amor y de paz que es la vida. El nombre del enviado Gabriel es Poder de Dios, Fortaleza de Dios, ya que necesitamos fortaleza para decir que sí a lo que Dios nos dice por sus emisarios.
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (Lc 1).
Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja, socorre a Sara de la que murieron los anteriores 7 maridos, cura finalmente al padre Tobit (Tob). Nos ayuda a buscar la vocación, ayuda en el camino. Su nombre es “medicina de Dios”. Importa mucho no equivocar la ruta. San Rafael es el guía especial de los que aún han de conocer lo que Dios espera de ellos.
3. En el salmo rezamos: Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Con la inocencia de Natanael, la de los niños sencillos, queremos cantarte, Señor, con todos los ángeles, como dice S. Bernardo: “A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Dad gracias al Señor por su misericordia por las maravillas que hace con los hombres. Dad gracias y decid entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos». Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes Junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.
”Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.
”En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.
”Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente”.
Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Entre muchos otros piropos, dedicamos a nuestra Madre del Cielo el de Reina de los Ángeles. A Ella suplicamos confiadamente que nos recuerde, siempre que sea preciso, que contamos para nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de nuestro ángel.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 27 de septiembre de 2012


Viernes de la 25ª semana de Tiempo Ordinario. La confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios” está apoyada en la oración de Jesús y en su sacrificio

“Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: -«¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: -«El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día»” (Lucas 9,18-22).  

1. –“Un día, mientras Jesús estaba orando en un lugar solitario, estaban con El los discípulos”... Jesús, te pones en oración siempre que va a suceder algo importante, luego no te basta con tu unión con Dios sino que necesitas esos momentos de estar con el Padre a solas. Ayúdame a aprender de ti.
-“Les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy Yo?" Contestaron ellos: "Juan Bautista. Otros, en cambio, que Elías, y otros un profeta de los antiguos, que ha resucitado."” Encontramos hoy los mismos fenómenos de opinión pública.
-“Jesús les preguntó; "Y vosotros, ¿quién decís que soy?"” Jesús, les pides una respuesta personal. ¡Hay que tomar posición! Pues no basta ir repitiendo las opiniones oídas, si uno no se compromete personalmente. Sabemos que están muy influenciados por la idea del establecimiento del Reino por la violencia y por un juicio de las naciones. Juan Pablo II nos invitaba a entrar en este misterio del conocimiento del Redentor: “En realidad, aunque se viese y se tocase su cuerpo, sólo la fe podía franquear el misterio de aquel rostro. Ésta era una experiencia que los discípulos debían haber hecho ya en la vida histórica de Cristo, con las preguntas que afloraban en su mente cada vez que se sentían interpelados por sus gestos y por sus palabras. A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio en la bien conocida escena de Cesarea de Filipo (cf. Mt 16,13-20). A los discípulos, como haciendo un primer balance de su misión, Jesús les pregunta quién dice la «gente» que es él, recibiendo como respuesta: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas» (Mt 16,14). Respuesta elevada, pero distante aún -¡y cuánto!- de la verdad. El pueblo llega a entrever la dimensión religiosa realmente excepcional de este rabbí que habla de manera fascinante, pero que no consigue encuadrarlo entre los hombres de Dios que marcaron la historia de Israel. En realidad, ¡Jesús es muy distinto!
”Es precisamente este ulterior grado de conocimiento, que atañe al nivel profundo de su persona, lo que él espera de los «suyos»: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,15). Sólo la fe profesada por Pedro, y con él por la Iglesia de todos los tiempos, llega realmente al corazón, yendo a la profundidad del misterio: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).
”¿Cómo llegó Pedro a esta fe? ¿Y qué se nos pide a nosotros si queremos seguir de modo cada vez más convencido sus pasos? Mateo nos da una indicación clarificadora en las palabras con que Jesús acoge la confesión de Pedro: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (16,17). La expresión «carne y sangre» evoca al hombre y el modo común de conocer. Esto, en el caso de Jesús, no basta. Es necesaria una gracia de «revelación» que viene del Padre. Lucas nos ofrece un dato que sigue la misma dirección, haciendo notar que este diálogo con los discípulos se desarrolló mientras Jesús «estaba orando a solas» (Lc 9,18). Ambas indicaciones nos hacen tomar conciencia del hecho de que a la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del evangelista Juan: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14)”.
 La oración de Jesús, el misterio de la muerte como camino a la resurrección y salvación de muchos, están en el centro de este texto de hoy, de esa pregunta que nos hace, Señor: ¿Quién soy yo para ti? Quiero aprender, Jesús, de tu revelación del Padre y de su amor, pues ahí está el centro, como recuerdas más tarde en tu oración: "Padre, les he dado a conocer tu nombre". Conocer a Dios es una pasión; un amor inmenso y un profundo sufrimiento a la vez. Conocer a Dios es una vocación, una llamada que exige: "El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo". Ayúdame, Señor, a ser discípulo tuyo, corresponder a tu amor en obediencia, pero sobre todo a abrirme al amor de Dios, dejar hacer a tu amor en mí.
-“Pedro contestó: "El Mesías de Dios:"”"el Ungido de Dios", "el Cristo de Dios". Esto era lo que Jesús había ya afirmado al principio de su ministerio, cuando leyó, en la sinagoga de Nazaret, el pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha conferido la unción para llevar la buena nueva a los pobres" (Lc 4, 18). Ahora Pedro, después de estar un año viviendo con Jesús, lo reconoce en nombre de los Doce. Sobre Jesús, sobre su persona, sobre su identidad profunda, sólo podemos atenernos a lo que Él nos ha revelado de sí mismo. Señor, dinos "quién eres". Y concédenos tener plena confianza en ti.
-“Pero Jesús les prohibió terminantemente decírselo a nadie”. Los sueños populares sobre el Mesías eran demasiado políticos y revanchistas. Jesús, quizá dices esto porque no querías representar el papel de mesías potente y victorioso.
-“Y añadió: "Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho, sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los letrados, sea ejecutado y resucite al tercer día."” Seguramente pensaste en la oración en tu Pasión, y rezaste para que tus apóstoles no vacilaran en su fe por causa de la cruz (Noel Quesson).

2. Qohelet nos dice hoy: "todo tiene su tiempo y su momento". El sabio enumera catorce binomios opuestos, tomados de la vida, -tiempo de nacer y tiempo de morir, de plantar y recoger, de callar y de hablar, de guerra y de paz...- para indicarnos que debemos saber en cada momento lo que toca hacer, con sensatez. No son disyuntivas, sino situaciones complementarias, pero que cada una tiene su tiempo adecuado.
-“Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado, un tiempo para matar y un tiempo para sanar, un tiempo para destruir y un tiempo para edificar, un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para gemir y un tiempo para bailar, un tiempo para abrazarse y un tiempo para abstenerse, un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz...”
Acciones humanas, opuestas, que siguen el ritmo de la vida del hombre: ¡hacer y deshacer! El hombre tiene amenaza constante de contradecirse... de empezar siempre de nuevo. Esta alternancia es decepcionante, porque hace más difícil la continuidad en el esfuerzo. ¿Por qué construir una pared para derribarla luego? ¿Por qué lavar los platos para volver a usarlos y a lavarlos y así indefinidamente?
Pero el hombre es el único ser de la creación que siente el dolor de su fragilidad: ¿no nos prueba esto que su fin es otro?, que es la posesión eterna e inmutable de sí mismo.
-“¿Qué provecho obtiene el que trabaja por toda su fatiga?” No hay que ver eso en un sentido negativo, también puede pensarse que es tal la hermosura de lo creado y lo ha hecho tan bien Dios, "y a su tiempo", que no vale la pena esforzarse demasiado, porque "el hombre no abarca las obras que hizo Dios".
-“Considero la tarea que «Dios» ha asignado a «los hombres». Ha hecho todo lo apropiado a su tiempo...”
"El" ha puesto también el deseo de infinito en nuestro corazón... En medio del flujo y reflujo del «tiempo», está lo «infinito» que se va construyendo. La fluctuación monótona y deprimente del tiempo que pasa es el terreno misterioso de una eternidad naciente en el seno mismo de la descomposición del tiempo.
¡El tiempo, finalmente, tiene pues un sentido! El “fatum” o destino ciego de los griegos, que tiene todo escrito y que es cíclico en un repetir absurdo, se abre con el sentido de finalidad, de felicidad, de gloria… no encuentra el sentido en sí mismo, sino en Dios, en la eternidad de Dios. Y sin embargo no se trata de buscar el sentido del tiempo solamente en el más allá y el después, como si fuera necesario refugiarse en el cielo y huir de lo temporal para descubrir el sentido de lo eterno. No. Se ha exagerado hablando solo del “más allá”, pues Jesús nos ayuda a rezar “venga a nosotros tu Reino”, ya que Dios está aquí…
La eternidad ya ha comenzado, es concomitante con el tiempo. «No has comprendido nada, mientras no hayas comprendido que hoy es el día del Juicio»... HOY se desarrolla la eternidad, estás inmerso en ella, y todo lo que haces, minuto tras minuto, toma una densidad eterna en Dios. En efecto algo de lo «permanente» se construye en el núcleo mismo de lo que fluye y pasa. «Incluso si en mí el hombre exterior se va arruinando, el hombre interior se construye día a día», decía san Pablo, que próximo a la muerte, era consciente de ir hacia la vida, una vida que ya había comenzado (Noel Quesson).

3. Ante la visión griega de Heráclito "panta rei" («todo fluye») y la del eterno retorno de los estoicos, nuestra vida en Dios hace que «todo tiene su tiempo y sazón». desde el principio hasta el fin» (10s).
Qué bonito sería discernir el tiempo oportuno para cada cosa… Santa Teresa, que tenía sentido común, supo expresar sabiamente esta disponibilidad serena ante lo que nos depare la vida: "cuando penitencia, penitencia; cuando perdices, perdices".
De nuevo se apunta en el salmo que lo único sólido es Dios: "bendito el Señor, mi Roca, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio". Mientras que "el hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa".
Llucià Pou Sabaté