viernes, 16 de abril de 2010

Celebrar la Pascua...

La muerte de Jesús no es el final, pues si Jesús no hubiera
resucitado, nuestra fe no valdría nada (San Pablo, 1 Cor 15,13-19). Ya
decía Carlos Cardó (L'Evangeli d'avui, 1, Barcelona 1954, 263): "la
resurrección es el más consolador de todos los dogmas. Sensa él, el
dolor sería idiota, las penas de esta vida, sarcasmos crueles de una
divinidad inhumana, la muerte, una immolación infecunda, destrucción
por destrucción, imbecilidad de una caida sin rebote, de una siembra
sin germinación. Y como el home necesita absolutamente una prenda de
inmortalidad para dar sentido a su vida, para ver una salida al
sufrimiento Jesucristo, en toda su predicación, afirmó insistentemente
la idea de la inmortalidad dada por él... todo esto, habría quedado
desmentido sin su resurrección... si Cristo no hubiera resucitado, el
Cristianismo habría muerto en germen, como una impostura".
Jesús habla a sus discípulos de "irse": "voy a prepararos un lugar… y
volveré y os llevaré a mi casa". Y el día de la Ascensión nos dicen
los ángeles: "este Jesús que habéis visto subir al cielo… volverá". Y
esta espera de Jesús que vuelve da una orientación a la vida
cristiana, incluso en el arte: las iglesias se orientaban, es decir se
dirigían hacia oriente; hacía donde se celebró la vida de Jesús, la
eucaristía, su pascua, esperando que vuelva, el sol naciente, estamos
así esperando al que sabemos que nos ama…rd de l'església que fa la
eucaristia (acció de gràcies) tot esperant Jesús que torni, com el sol
que ve, perquè ens estima.

No solo nosotros, toda la creación lo está esperando, lo hemos
recordado esta noche santa: Desde el Génesis al Apocalipsis, toda la
historia está orientada a la Pascua del Señor. Lo recordaba mi amigo
Ricardo B. Mazza: La palabra de Dios nos ha permitido recorrer en esta
noche santa los distintos pasos con los que Dios conduce la historia
humana según su providente amor, buscando siempre el bien temporal y
eterno del hombre. En el libro del Génesis el relato refiere a cómo el
hombre es la creatura más amada por Dios, visualizado esto en el hecho
de que antes de ser creado como varón y mujer, le prepara un paraíso
brindándole de su abundancia divina todo lo que el ser humano
necesita. Dios que no se arrepiente de sus dones y de su elección
eterna elige a Abraham. A este hombre lo saca de su tierra y le
promete que será el padre de un gran pueblo. Y a través del sacrificio
de su hijo Isaac, que aparece como contradicción a la existencia de
una descendencia prometida, quiere señalar el texto sagrado
anticipadamente que será otro el sacrificio que salvará a la humanidad
del pecado, el de Jesús. Por eso el sacrificio de Isaac será figura y
anticipo del sacrificio de Cristo.
Y sigue la historia de salvación, ya que de Abrahán surge un gran
pueblo, son los descendientes de los doce hijos de Jacob que viven y
se multiplican en Egipto, y que concluyen siendo esclavizados.
Dios, que sólo quiere un pueblo libre, y que libremente lo sirva,
suscita un salvador, Moisés -figura también de Cristo- que hace
posible el Éxodo liberador de los elegidos. Él marcha a la cabeza del
pueblo que aprisa huye de Egipto, y lo saca de la esclavitud
atravesando el Mar Rojo, figura del bautismo que permite salir de la
muerte a la vida. El faraón, figura del espíritu del mal, persigue al
pueblo elegido. El mismo texto sagrado muestra que Dios está con
aquellos que confían en su Palabra, y por eso este ejército poderoso
se desbarata y sucumbe bajo las aguas del mar embravecido, mientras el
pueblo llega a la otra orilla, -preludio de la tierra prometida-
cantando alabanzas a Dios.
Pero este pueblo pareciera que no se cansa de ser infiel a Dios,
coqueteando con el mal se aleja del Señor.
Y Dios, que conoce esa situación y que siempre es fiel, le anuncia que
vuelva a Él, renovando la alianza quebrantada. Y así, el profeta Baruc
les dirá que es necesario volver a la sabiduría que han perdido por no
seguir el camino de Dios, para que no se diga que la gloria que han
alcanzado, la de ser elegidos de antemano, la han perdido porque Dios
se la ha dado a otro pueblo, extranjero. Palabras que se cumplen como
lo escuchamos en la oración después de la lectura, cuando Dios entrega
la "gloria" de Israel, es decir, la predilección por los elegidos, al
nuevo pueblo, la Iglesia fundada por Cristo. Baruc deja la puerta
abierta para que el mismo pueblo pueda volver al Señor, ya que conoce
lo que le agrada, retornando a su única sabiduría.
El profeta Ezequiel seguirá insistiendo, llamando a la conversión para
que el pueblo de Israel siga siendo el elegido. Lo reunirá de entre
las naciones, haciendo esto no por esa comunidad desleal, sino para
mostrar la santidad de su nombre profanado en medio de los paganos,
para que conozcan los extranjeros que "Yo soy el Señor".-
El Nuevo Pueblo elegido - destaca el apóstol San Pablo- ha de morir al
pecado para renacer a la vida de la gracia, dejar el hombre viejo para
revestirse del nuevo. Cambiar la Iglesia toda, el corazón y el
espíritu, por la acción de Jesús, por y con quien hemos sido
resucitado, para vivir como tales ante el Padre que nos ha elegido en
su Hijo.
Ese Jesús, –escuchamos en el texto del Evangelio- que ya no se
encuentra en la tumba, lugar donde las mujeres lo buscan.
"No está aquí a quien buscáis", dicen los ángeles. Buscáis a un
muerto, Cristo está vivo, por lo tanto este no es su lugar. El que
vosotros creéis que está muerto, vive para siempre, para entregar al
hombre una vida que no se termina, ya que el que cree en Él aunque
muera vivirá para siempre.
El triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte ha de significar
para nuestra vida no solamente una transformación aquí y ahora, en la
que como Él debemos librarnos del pecado a la luz de la gracia, sino
que toda nuestra vida, nuestro caminar, ha de estar siempre iluminado
por el misterio de la resurrección.
Si Cristo ha resucitado tenemos la seguridad que la sociedad toda
puede ser cambiada y transformada, para lo que es necesario que el ser
humano continúe sus paso por esta vida abriéndose a la gracia de la
redención viviendo como resucitado.
La sociedad no cambia si no lo hace el corazón humano. Y si estamos
sumergidos en las tinieblas del pecado es porque no hemos actualizado
en cada momento el misterio de la muerte y resurrección del Señor,
comenzando una vida nueva.
En este tiempo pascual que hoy comenzamos seremos iluminados
permanentemente por la luz de Cristo significada por el cirio pascual
que como faro en medio de la noche de nuestra vida, nos guiará al buen
puerto de la salvación y grandeza humana.
Abramos nuestro corazón, nuestra vida, dejándonos iluminar por el
Señor. Que Él vaya cambiando el ser de cada uno de nosotros,
transformando nuestra existencia, iluminados por una luz nueva para
poder así iluminar a su vez al mundo y a nuestros hermanos con la
esperanza de que todo puede ser renovado si es puesto en clave del
Señor resucitado.

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