lunes, 7 de mayo de 2012

MARTES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: el cristiano está llamado a ser sembrador de paz y de alegría, fruto de la unión con Jesús.

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi

paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro

corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: 'Me voy y volveré

a vosotros'. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,

porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que

suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con

vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene

ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro

según el Padre me ha ordenado» (Jn 14,27-31a).



1. Jesús "venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da

el mundo», sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así

demostró su amor misericordioso al ser humano. En la vida de los

hombres es inevitable el sufrimiento… la muerte. Pero Dios, en su

infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del

dolor: Él ha aceptado "marcharse" de este mundo con una "salida"

sufriente y envuelta de serenidad" (Enrique Cases). «En la Cruz de

Cristo (...), el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido» (Juan

Pablo II). Un autor del siglo II pone en boca de Cristo: «Mira los

salivazos de mi rostro, que recibí por ti, para restituirte el

primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas

de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto

deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte

de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente

sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo

extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido».

«Mi paz os doy. No os la doy como os la da el mundo»: "no es ausencia

de dolor, ausencia de sacrificio.

¿Qué es tu paz? Tu paz es plenitud de sentido en todo: alegrías,

sufrimientos; es darse cuenta de que vale la pena cualquier esfuerzo

si se hace por amor.

Tu paz consiste en buscar la felicidad en el amor, que es darse, y no

en el egoísmo, que es buscarse a sí mismo" (P. Cardona).

«No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.» Contigo, Señor, estoy seguro.

«Viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada». Todo mal queda

así curado… Lucha a muerte con los poderes del mal: Jesús contra

Satán, pero que sigue en nosotros: "Me han perseguido, se os

perseguirá." Con paz, en medio de combates: «La victoria sobre el

«príncipe de este mundo» se adquirió de una vez por todas en la Hora

en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su vida»

(Catecismo 2853).

Señor, dame creer que contigo puedo superar todas las tentaciones, con

tu consejo de rezar para no caer en la tentación. Ayúdame a luchar

«¡Cómo vas a salir de ese estado de tibieza, de lamentable languidez,

si no pones los medios! Luchas muy poco y, cuando te esfuerzas, lo

haces como por rabieta y con desazón, casi con deseo de que tus

débiles esfuerzos no produzcan efecto, para así auto justificarte:

para no exigirte y para que no te exijan más.

"-Estás cumpliendo tu voluntad; no la de Dios. Mientras no cambies, en

serio, ni serás feliz, ni conseguirás la paz que ahora te falta.

"-Humíllate delante de Dios, y procura querer de veras» (san

Josemaría, Surco 146). La paz no viene de una tranquilidad perezosa,

sino de la lucha, por amor: «El mundo debe conocer que amo al Padre y

que obro tal como me ordenó.» Teresa de Ávila decía: "todo es nada, y

menos que nada, lo que se acaba y no contenta a Dios". "¿Comprendéis

por qué un alma deja de saborear la paz y la serenidad cuando se aleja

de su fin, cuando se olvida de que Dios la ha creado para la santidad?

Esforzaos para no perder nunca este punto de mira sobrenatural,

tampoco a la hora de la distracción o del descanso, tan necesarios en

la vida de cada uno como el trabajo. Ya podéis llegar a la cumbre de

vuestra tarea profesional, ya podéis alcanzar los triunfos más

resonantes, como fruto de esa libérrima iniciativa que ejercéis en las

actividades temporales; pero si me abandonáis ese sentido sobrenatural

que ha de presidir todo nuestro quehacer humano, habréis errado

lamentablemente el camino", dice S. Josemaría, y añade que con el

Señor, "se notan entonces el gozo y la paz, la paz gozosa, el júbilo

interior con la virtud humana de la alegría. Cuando imaginamos que

todo se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres,

Señor, mi fortaleza. Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás,

por importante que parezca, es accidental, transitorio; en cambio,

nosotros, en Dios, somos lo permanente (…). El Espíritu Santo, con el

don de piedad, nos ayuda a considerarnos con certeza hijos de Dios. Y

los hijos de Dios, ¿por qué vamos a estar tristes? La tristeza es la

escoria del egoísmo; si queremos vivir para el Señor, no nos faltará

la alegría, aunque descubramos nuestros errores y nuestras miserias.

La alegría se mete en la vida de oración, hasta que no nos queda más

remedio que romper a cantar: porque amamos, y cantar es cosa de

enamorados".

Se va Jesús, pero «volverá» y les dará su paz. Son palabras que

recordamos cada día en la misa, antes de comulgar: «Señor Jesucristo,

que dijiste a los apóstoles: la paz os dejo, mi paz os doy...». Señor,

dame tu paz, fundada en la esperanza de lo que también me dices: «yo

estoy con vosotros todos los días»: ¡éste sí es fundamento bueno para

tener paz!, y también: «donde dos o tres están reunidos en mi nombre,

allí estoy yo»: ¡que no deje mi oración, con mis hermanos!, y: «lo que

hiciereis a uno de ellos, a mí me lo hacéis»: ¡que te vea, Señor, en

los demás! Que no te me eclipsen las cosas, sino que cada día me

recuerde que tú has dicho: «me voy y vuelvo a vuestro lado».

Rezo con la Colecta: «Señor, Tú que en la resurrección de Jesucristo

nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna,

fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que

nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido».

San Pedro Crisólogo dice: «La paz es madre del amor, vínculo de la

concordia e indicio manifiesto de la pureza de nuestra mente; ella

alcanza de Dios todo lo que quiere, ya que su petición es siempre

eficaz. Cristo, el Señor, nuestro rey, es quien nos manda conservar

esa paz, ya que Él ha dicho: "La paz os dejo, mi paz os doy", lo que

equivale a decir: Os dejo en paz, y quiero encontraros en paz; lo que

nos dio al marchar quiere encontrarlo en todos cuando vuelva».

San Josemaría Escrivá hablaba de "ser sembradores de paz y de

alegría", y esto reclama "serenidad de ánimo, dominio sobre el propio

carácter, capacidad para olvidarse de uno mismo y pensar en quienes le

rodean; actitudes e ideales humanos, que la fe cristiana refuerza, al

proclamar la realidad de un Dios que es amor, más concretamente, que

ama a los hombres hasta el extremo de asumir Él mismo la condición

humana y presentar el perdón como uno de los ejes de su mensaje" (José

Luis Illanes).

2. Vemos hoy a Pablo apedreado, abandonado medio muerto, y "volvieron

a Listra, Icono y Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos

a perseverar en la fe, diciéndoles que es preciso que entremos en el

Reino de Dios a través de muchas tribulaciones". Es el misterio del

martirio… del sacrificio, del dolor, que al que mira a Jesús lo salva,

bien unido a Él.

3. Queremos alabarte, Señor, con este salmo de hoy, «misionero» y

entusiasta: «tus amigos, Señor, anunciarán la gloria de tu Reino...

Explicando tus hazañas a los hombres». Queremos participar en este

cántico de las criaturas a su Señor.





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Llucià Pou Sabaté

www.e-aprender.net

http://alhambra1492.blogspot.com/

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