sábado, 12 de mayo de 2012

Domingo 6 de pascua, ciclo B

Meditación: Domingo de la semana 6 de Pascua; ciclo B, ver

http://www.almudi.org/CalendarioLiturgico/Textos/tabid/478/A/View/ID/24908/Domingo-de-la-semana-6-de-Pascua-ciclo-B.aspx

o texto que sigue. Saludos!

llucià



Meditaciones de la semana

en Word y en PDB



Jesús nos hace el regalo del Espíritu Santo, Amor y causa de

felicidad, para que lo demos a todos





En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me

amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si

guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he

guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he

dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea

colmado.

«Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo

os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus

amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os

llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a

vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre

os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que

yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis

fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis

al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis

los unos a los otros» (Jn 15,9-17).



1. «A vosotros os he llamado amigos», nos dices hoy, Jesús: en este

último último domingo antes de la de la Ascensión y Pentecostés, ya al

final de la Pascua, nos abres tu corazón después de que Te nos has

manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido

como los sarmientos, para darnos hoy el amor, el misterio más profundo

de Dios, el Amor que os une Padre e Hijo. Todo lo que has hecho, desde

la creación hasta la redención, es por amor. Todo lo que esperas de

nosotros como respuesta a Tu acción es amor. Por esto, tus palabras

resuenan hoy: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;

permaneced en mi amor». Que sepa amar, Jesús, con tu corazón, como nos

lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan

frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la

caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La

caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras

virtudes que lo hacen bueno».



Te doy gracias, por tu amor inmenso: me amas hasta dar la vida. No

quiero darte poco, Jesús, sino como tú, entregarme por entero. Los

enamorados se dicen: "daría la vida por ti", y esto hasta morir por

amor; pero tú Jesús nos enseñas que tan importante o más que "morir"

en un momento es "vivir" toda la vida, cuidar el amor cada día: en el

trabajo y en la familia, con los amigos y en el descanso… Cuentan de

dos hermanos, que como eran pobres sólo podían mandar a uno de los dos

a la escuela, mientras el otro trabajaba para colaborar en que el

hermano pudiera estudiar. Las manos del que trabajaba se ajaron,

mientras las del estudiante se volvieron ágiles con el pincel, pues el

estudiante fue Durero, gran dibujante y pintor, que pintó las manos de

su hermano, agradecido de que por él, llegó a ser lo que era. Jesús,

que yo también esté agradecido, viendo el esfuerzo que hacen los demás

por ayudarme, por sacar las cosas adelante.



Que no se pierda lo bueno por no cuidarlo, como el amor que se

marchita por no atender los detalles. Cuentan de un niño que tenía un

periquito que sabía hablar muchos idiomas, pero en su contento al que

olvidó darle de comer, y el pobre pajarito se murió. Hemos de

alimentar el amor cada día, para que no crezca el odio y otras malas

hierbas. También a otro niño se olvidaba de echar de comer a los peces

hasta que vio que uno se iba comiendo a todos los demás y vio que lo

que tenía era hambre… Así, Jesús, te pido que sepa hacer las cosas que

debo, cumplir por amor. Tú nos enseñas a dar la vida por amor, minuto

a minuto, día a día. Que sepa atender las necesidades de los demás,

como visitar a los enfermos, no marginar a nadie…



Recuerdo también un cuento antiguo, de un abuelo que murió antes de

dar la bendición que tanto apreciaban los nietos, niño y niña, que

vivían en un castillo pues eran nobles. Recibieron una carta cada uno,

y con alegría fueron a contarse uno al otro que tenían por herencia un

tesoro, y la carta decía dónde estaba lo que les tocaba y tenía una

llave. Encontraron el tesoro, que estaba en un cofre, en los sótanos

del castillo. Abrieron las viejas cerraduras, la de cada uno, y

encontraron el tesoro, y también otra carta, una en cada

compartimento, que decía, dirigidos a él y ella: "si lees esto solo,

recibe mi herencia; si estás con tu hermano-con tu hermana, recibe

además mi bendición"… ellos se abrazaron al recibir –como premio a su

amor, a su confianza, a contarse las cosas- lo que más deseaban, la

bendición del abuelo...



2. "Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro

gozo sea colmado". Los Hechos de los Apóstoles nos hablan de Cornelio,

que mandó llamar a Pedro, que se encontraba en Joppe donde tuvo unos

sueños de manjares, que no se atrevía a comer porque estaban impuros,

y Dios le dijo que comiera, pues para Él eran puros. Pedro fue a casa

de Cornelio "cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que

escuchaban sus palabras". Los que fueron con Pedro "se sorprendieron

de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los

gentiles". Pedro "mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo". Fue

la gran alegría de que los no judíos recibían el Espíritu Santo.

Estamos contentos, Jesús, de que muchos sean llamados a tratar a Dios

como Padre que está en los cielos y nos quiere como hijos suyos. Y de

que el Espíritu Santo haya venido a nuestra alma, por eso hemos

cantado este Salmo: "Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha

hecho maravillas, / su diestra le ha dado la victoria, / su santo

brazo". Queremos cantarte, Señor, este cántico nuevo, porque Tú nos da

la vida del alma, porque estábamos en la tierra con frío y soledad, a

oscuras… y nos llenas con la lluvia de tu misericordia, que es el

mismo Jesús, que ha nacido para que nosotros vayamos al cielo con Él.



3. La carta de San Juan nos insiste en este Amor de Dios: "Amémonos

unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido

de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque

Dios es Amor". Nos dice aquí también cómo es Dios. El que no ama no

conoce a Dios porque Dios es Amor. Y «el amor de Dios ha sido

derramado sobre nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado». Se

es cristiano en la medida en que se responde al amor de Dios. "El que

ama conoce a Dios". Y luego dice que todo lo hemos recibido en Jesús,

la salvación, y que así "vivamos por medio de Él". Y añade algo muy

especial: que podemos amar si nos ama Dios primera; pues para poder

amar con entusiasmo, hemos de recibir amor: "En esto consiste el amor:

no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos

envió a su Hijo, para salvarnos de nuestros pecados". Y la conclusión

está clara: "Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos

amarnos unos a otros". Sigue S. Juan continuando el tema central del

domingo pasado, estar en Cristo, dejarnos posesionar de Jesús, que ha

venido del cielo a la tierra para que la tierra pueda comenzar a ser

un cielo: "A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros,

Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su

plenitud". Gracias, Jesús, por haber venido al mundo, por haber vivido

por mí y haber muerto por mí, y porque sigues viviendo por mí. Tu amor

me da fuerza para vivir, para luchar cuando algo me cuesta.



"¿Donde vive Jesús?" Lo pregunté el otro día a los niños de primera

comunión, y me contestó enseguida uno: -"En el cielo". -"¿Y dónde

más?" –"En la misa, en el sagrario"- "-Y…" –"En nuestro corazón, al

comulgar…".



Una vez vi a un padre muy alto y un niño muy pequeño, muy bajito, el

padre se fue agachando hasta que se puso a su altura… hasta que se

puso cara a cara y le miró a los ojos. Pensé en ti, Señor, que te

"agachas" y te haces pequeño, hasta ponerte a mi altura. Incluso te

haces comida, pan para que podamos comerle… has bajado del cielo,

vienes a la misa, vienes a nuestro corazón, en la comunión, y nos

hablas del amor, de hacer lo que tú has hecho por nosotros: dar la

vida por amor. Nos dices que quien ama conoce a Dios. Y nos mandas que

nos amemos. Señor, ayúdame a perdonar, para sentirme perdonado…

ayúdame a ver que te pones a nuestra altura para hacerte comida que

nos dé fuerza y nos dices: "toma, cómeme". Quiero decirte que sí,

tenerte dentro por tu Espíritu. "En esto conocemos que permanecemos en

Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros

hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, para

ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios,

Dios permanece en él y él en Dios".



Llucià Pou Sabaté







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Llucià Pou Sabaté

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