lunes, 7 de mayo de 2012

LUNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho»

«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y

el que me ama será amado por mi Padre y yo le amaré y yo mismo me

manifestaré a él. Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor ¿y qué ha

pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?

Jesús contestó y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi

Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me

ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino

del Padre que me ha enviado. Os he hablado de todo esto estando con

vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en

mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os

he dicho.» (Juan 14, 21-26)



1. Estando el mundo como está, nos preguntamos: Señor, por qué no

arreglas ese desbarajuste, de males por la malicia (quien sabe si por

ignorancia) como son tantos crímenes, males de la naturaleza como

terremotos y ciclones… «Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a

manifestar a nosotros y no al mundo?» ¿Por qué no te conoce toda la

gente del mundo, y la creación sigue tus normas? Pero no conocemos los

designios del Padre… Jesús nos responde: "Si alguno me ama, guardará

mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en

él". Jesús en nosotros, y con Él, el Padre... «Dios está contigo. En

tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. —Por eso, tú, a pesar

de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el

Señor» (San Josemaría). Señor, dame esta fe viva, de tu inhabitación

divina en mi alma. Dame la gracia de no saberme solo sino hijo de Dios

en Ti, por el Espíritu Santo. No has resuelto el problema del mal,

pero nos consuela saber que has hecho propios todos los males. Hay una

bella imagen de la Crucifixión donde Jesús tiene los bulbos de los

leprosos, que en el hospital pueden sentirse consolados por Él. Un día

un niño me preguntó por qué Dios no "aniquilaba" o mejor "dejaba de

crear" los que fueran malvados, Él que está fuera del tiempo y lo sabe

todo. Intuimos, Señor, que si no pudiera haber mal, si estuviéramos

obligados a hacer el bien, ya no seríamos libres, y por tanto no

podríamos ser buenos. Que si tu presencia abrumadora nos impidiera

equivocarnos, ya no podríamos gozar de tu amor más que como esclavos.

Ser hijos de Dios es seguir a Jesús en libertad: «En esto consiste la

perfección de la vida cristiana: en que, hechos participes del nombre

de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto,

con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de

vida, la virtualidad de este nombre» (San Gregorio de Nisa).

De ahí viene el "querer" hacer la voluntad de Dios: «El que conoce mis

mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será

amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21).

Señor, que no pierda el tiempo con pensamientos que me alejen de esta

verdad profunda, siguiendo lo de san Gregorio Magno: «Que no nos

seduzca el halago de la prosperidad, porque es un caminante necio

aquel que ve, durante su camino, prados deliciosos y se olvida de allá

donde quería ir».

Ahora es San Gregorio Magno que nos dice: «El Espíritu se llama

también Paráclito –defensor–, porque a quienes se duelen de sus

pecados cometidos, al tiempo que les dispone para la esperanza del

perdón, libera sus mentes de la aflicción y de la tristeza. Por eso,

con razón se hace esta promesa: 'Él os enseñará todas las cosas'. En

efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los oyentes, resultan

inútiles las palabras del que enseña".

2. Vemos en la primera lectura que Pablo y Bernabé acaban su viaje. Ha

ido muy bien por Derbe. Han estado en Listra, donde Timoteo se

convertiría a la fe, y ante un hombre cojo de nacimiento le dijo:

"amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar"...

esto provocó una gran conmoción religiosa entre el pueblo. Los

habitantes de Listra toman a Bernabé y a Pablo por Zeus y Hermes

(Mercurio), dioses viajeros de una leyenda pagana que según una

leyenda habían visitado como caminantes aquella tierra y obrado

prodigios a los que los hospedaron. Piensan que han vuelto, y dicen:

"dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos..." (Hechos 14,

1-17). Ayúdanos, Señor, en apoyarnos sólo en Ti... "Poder de hacer

milagros!: a cuántas almas muertas, y hasta podridas, resucitarás, si

permites a Cristo que actúe en ti.

"En aquellos tiempos, narran los Evangelios, pasaba el Señor; y ellos,

los enfermos, le llamaban y le buscaban. También ahora pasa Cristo con

tu vida cristiana y, si le secundas, cuántos le conocerán, le

llamarán, le pedirán ayuda y se les abrirán los ojos a las luces

maravillosas de la gracia" (san Josemaría, Forja 665). Señor, que sepa

ser tu instrumento, escuchar lo que me pides, amar lo que me mandas, y

con tu fuerza hacerlo con ganas.

En el "cojo de nacimiento" vemos al otro «tullido de nacimiento»

curado por Pedro a la puerta del templo, y coinciden también en la

gran agitación. "Así como el hombre cojo curado por Pedro y Juan en la

puerta del Templo prefigura la salvación de los judíos, también este

tullido licaonio representa a los pueblos gentiles alejados de la

religión de la Ley y del Templo, pero recogidos ahora por la

predicación del apóstol Pablo" (San Beda).

Pablo, Pedro, como Jesús. La Iglesia también está débil, perseguida, y

también muestra el rostro de Jesús, que hace milagros y dice

«¡levántate!». Señor, que en mi vida ves tantos momentos de zozobra

juntos a otros que por tu gracia son de serenidad: hazme dispuesto a

no perder la paz, el equilibrio interior, y ser testimonio de mi fe en

Ti, en nuestro tiempo. También ayúdame a no buscarme a mí mismo: que

no quiera «endiosarme» con mi narcisismo, sino mostrarte a Ti y tu

salvación con mi vida.

3. Como Juan Bautista: «conviene que yo mengüe y Él crezca en mí».

Como dice el salmo de hoy: «no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino

a tu nombre da la gloria». Desde que hemos puesto al hombre como

centro del mundo y el pensamiento, hay el peligro de no saber que

cuanto más grande es la dignidad del hombre, es cuando lo vemos

dependiente de Dios, como hijo suyo. Que nunca es tan grande el hombre

como cuando se arrodilla ante Dios, adorándolo: "No a nosotros, Señor,

no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Por tu misericordia

(bondad), por tu fidelidad (lealtad)… Nuestro Dios está en el cielo,

lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura

de manos humanas. Benditos seáis del Señor que hizo el cielo y la

tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los

hombres»"(Salmo 115/113b,1-4.15-16). Los ídolos caen, por efímeros.

Muchas peleas y amistades rotas, familias destrozadas, son por la

cochina soberbia, porque queremos que nos hagan caso, que nos pongan

en un altarcillo, y nos falta entendimiento con los demás. De un

malentendido se pasa a una enemistad. Que no se fijan en mí, que no me

han agradecido esto, que han hecho esta injusticia… Ten paz, toda la

gloria a Dios, da gracias a Dios que te conoce y al que tú conoces

("Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al

mundo?"), y sigue trabajando, orando, entregándote, como la Virgen

María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre. María, con que

tú mires mis trabajos y desvelos y se los muestres a tu Hijo eso me

basta, no quiero más gloria humana (Noel Quesson).

Pedimos en la Colecta: «¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus

fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos

y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes

del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría».

Que sepa estar en tu presencia, Señor, vivir según tus mandatos, en mi

día a día. "Toda la luz y el fuego de la vida divina se volcarán sobre

cada uno de los fieles que estén dispuestos a recibir el don de la

inhabitación. La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es—

para que penetremos en este trato con la Santísima Trinidad" (Norbert

Estarriol).







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Llucià Pou Sabaté

www.e-aprender.net

http://alhambra1492.blogspot.com/

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