lunes, 6 de agosto de 2012

Lunes de la 18ª semana de Tiempo Ordinario. El pan vivo de la Eucaristía es alimento para nuestra conciencia, para hacer la voluntad de Dios, por enci

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: -«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: -«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: -«Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños” (Mateo 14,13-21).

1. Jesús, al saber de la muerte de Juan Bautista te marchas de allí en barca a un sitio tranquilo y solitario. ¿Cuáles fueron tus sentimientos, Señor, cuando supiste la muerte de tu precursor, tu primo? Era la muerte de aquel que llamabas "el más grande de los profetas"... de aquél que te había preparado tus primeros discípulos: Andrés, Simón, Juan, pues habían sido discípulos del Bautista antes de que te siguieran... ¿Piensas en tu propia muerte de la que aquella es presagio? Como no ha llegado el momento de afrontar la Pasión, te escondes. Quizá también, sencillamente, porque en tu dolor sientes necesidad de llorar el duelo, pensando también en el dolor de tu madre, y rezar...

-“Pero la gente lo supo y lo siguió por tierra... Al desembarcar vio Jesús una gran muchedumbre, le dio lástima y se puso a curar los enfermos”. No lograste aislarte, Señor, salvo durante la travesía del lago. Obediencia y servicio de tu ministerio. ¿Cómo reacciono yo cuando algo trastorna mis planes?... Esta enfermedad inesperada, esta nueva preocupación, esta responsabilidad que acaban de imponernos. Esta visita, esta llamada por teléfono, este servicio que esperan de nosotros, esta presencia bochornosa de los demás, estas gentes de las que se quisiera huir por unos momentos… quisiera ser como tú, Señor…

-“Por la tarde se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a la multitud, que vayan a las aldeas y se compren comida". Jesús les contestó: "No necesitan ir, dadles vosotros de comer"”. Jesús, les pides que actúen. Tú sigues haciendo milagros, cuando encuentras personas que como los apóstoles, se sienten instrumentos que se dejan llevar, porque tienen fe.

-“¡Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!” Es tan poca cosa...

-"Traédmelos". Mandó al gentío que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces... Poner mis pobres medios humanos en tus manos, Señor. Contemplo esos cinco pobres panecillos y esos dos simples peces en tus manos.

-“Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez los dieron a la gente”. Jesús, estás pensando en saciar de hambre a los necesitados. Pero son los mismos gestos y las mismas palabras que en la Cena (Mt 26,26). Aquí quieres decirnos también que no sólo de pan material vive el hombre. Es la Misa. Quieres alimentar espiritualmente a los hombres, responder a su hambre de absoluto: alimentarse de Dios... palabra de vida, pan de vida eterna (Noel Quesson).

Por eso los evangelios cuentan hasta seis veces la multiplicación de los panes. Moisés, Elías y Eliseo dieron de comer a la multitud en el desierto o en períodos de sequía y hambre. Pero tú, Jesús, cumples todas esas figuras cuando muestras tu corazón lleno de misericordia y tu poder divino como Enviado e Hijo de Dios. Cuando te nos das en la Pascua.

Son las dos cosas: la solidaridad del pan material («dadles vosotros de comer»). Y la misa, con el Padrenuestro que nos hace pedir el pan nuestro de cada día, el pan de la subsistencia y, luego, pasamos a ser invitados al Pan que es el mismo Señor Resucitado que se ha hecho nuestro alimento sobrenatural. Hay un doble pan porque el hambre también es doble: de lo humano y de lo trascendente. De la luz de los ojos a la luz interior de la fe, en el caso del ciego. Del agua del pozo al agua que sacia la sed para siempre, a la mujer samaritana. Lo mismo tendremos que hacer nosotros, los cristianos. El lenguaje de la caridad es el que mejor prepara los ánimos para que acepten también nuestro testimonio sobre los valores sobrenaturales (J. Aldazábal).

Quisiera seguir ese camino, Señor, en la oración de cada día, en la Eucaristía. “Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el camino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me señala. Así pues, adorar es decir: "Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo". También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: "Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo"” (Benedicto XVI). Para esto, quiero cuidar también la confesión: aunque sólo es necesario confesarse en caso de pecado grave, es muy útil confesarse regularmente para mantener la limpieza, la belleza del alma, y madurar poco a poco en la vida.

2. –“Al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, en el año cuarto, en el mes quinto, el profeta Ananías habló así a Jeremías: «Palabra del Señor del universo: He quebrado el yugo del rey de Babilonia... Haré devolver a este lugar todo el mobiliario del templo... Conduciré de nuevo a este lugar al rey de Judá y a todos los deportados...»

Jeremías anuncia la desgracia, el castigo de Jerusalén. El otro, Ananías, anuncia la felicidad, el éxito de Jerusalén. Uno y otro pretenden hablar en nombre del Señor, sus fórmulas parecidas: "Palabra del Señor del universo", dijo Ananías. Ambigüedad de la «Palabra» de Dios, siempre envuelta en una «palabra» humana, y que hay que interpretar. ¿Se puede estar seguro, alguna vez, de poseer la verdad? Como Ananías ¿no estamos también tentados de retener, de los acontecimientos o de la Escritura, solamente aquello que nos va bien, que nos gusta? Señor, concédenos aceptarlo todo como recibido de Ti.

Jeremías nos sorprende hoy con una cierta vacilación. ¿Puede uno estar seguro de poseer la verdad? Cuando lo que hace la mayoría no es lo que nos dice nuestra conciencia, ¿cómo estar seguros de que tenemos la luz auténtica? Y es una imagen de Jesús, que irá contra los falsos profetas y autoridades de su época, que son los que toleran una inadecuación entre sus palabras y las de Dios.

Hoy la verdad de la conciencia no coincide con el aparato de la ley. En una insinceridad general, se prefiere muchas veces eliminar la conciencia, y muchos políticos y eclesiásticos se contentan con defender la verdad de la institución aunque no encuentren la verdad de la conciencia, la de ellos o la de los otros. ¿Dónde está la sinceridad, la autenticidad? Lo legal o correcto son las cosas que dominan. La sociedad designa como desobedientes a aquellos que se apartan de esa regla. La "verdad del sistema" ahoga la sinceridad. Y también está el fanatismo, los que están ingenuamente convencidos de poseer la verdad en exclusiva, los que se aíslan en su búsqueda cuando la verdad es buscada y encontrada en común, los que no quieren escuchar, sino que se les escuche (Maertens-Frisque).

-“El profeta Jeremías contestó: «¡Amén! ¡hágalo así el Señor! Que el Señor confirme lo que acabas de profetizar... Pero escucha, ahora: los profetas que nos han precedido a ti y a mí, han profetizado la guerra, el hambre, la peste... En cuanto al profeta que profetiza la paz, no se le reconoce por un profeta enviado por el Señor, mas que si su palabra se cumple»”. Jeremías no halla ningún placer en anunciar la prueba y el sufrimiento. También él desea la felicidad y está presto a desear que Ananías tenga razón. Pero reconoce que es muy fácil suavizar un mensaje, atenuar la exigencia y el rigor, aceptar compromisos para ser más fácilmente escuchado. Señor, ayúdanos a recibir las alegrías sin que nos hagan perder la cabeza ni el corazón. Señor, ayúdanos a recibir las pruebas sin que nos dejen en el abatimiento (Noel Quesson).

Una nueva palabra de Yahvé descubrirá la mentira de Ananías y confirma a Jeremías en su misión. Ananías queda como represente de los que hacen decir a Dios lo que les conviene. Jeremías sabe que Yahvé quiere nuestra salvación pero su designio es misterioso y el profeta ha de seguir su Palabra.

3. Tendremos que pedir con el salmo discernimiento: «instrúyeme, Señor, en tus leyes, apártame del camino falso, no quites de mi boca las palabras sinceras... sea mi corazón perfecto en tus leyes».

Llucià Pou Sabaté

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