jueves, 18 de octubre de 2012


Viernes la 28ª semana. La misericordia y el perdón divinos nos hacen vivir sin miedo, con amor, con sinceridad.

“En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: -«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones»”(Lucas 12,1-7).  

1. Sigue diciéndonos Jesús que seamos auténticos:
-“En esto habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse uno a otros”... Jesús empezó a hablar, dirigiéndose en primer lugar a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía"” Ante la gente que se agolpa a su alrededor, Jesús hace una serie de recomendaciones, la primera es que tengan "cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía"; la levadura hace fermentar a toda la masa; puede ser buena, como en el pan y en la repostería, y entonces todo queda beneficiado; pero si es mala, todo queda corrompido;
La hipocresía es el pecado típico del fariseo. El discípulo de Jesús debe proceder sin disimulo, sin doblez, sin mentira. Su conducta debe ser siempre franca, como quien obra a la luz del día, como en plena plaza. Toda su acción, toda palabra suya será un día testimonio público. El discípulo es el amigo de Jesús, el que recibe sus confidencia, el hombre de la intimidad. Farisaicos somos cuando pensamos que no tenemos pecado, que no necesitamos del perdón. Farisaico es preferir las tinieblas, en la oscura nube de lo puramente humano -¡cuan pronto se torna incluso animal-! y de lo puramente natural, que en seguida se vuelve hasta contra naturaleza.
El cáliz de la cruz está junto a nuestros labios, igual que el beso del esposo en los de la esposa. La cruz va unida al amor. Es fariseo el que no cree en el amor, el que no bebe el amor, el que no retorna amor por amor. Y no puede pasar al más allá con Cristo quien muere en su pecado. ¿Somos acaso nosotros los fariseos? (Emiliana Löhr).
Algunos fariseos eran los notables de entonces, hombres relevantes... observadores minuciosos de la Ley... conocedores, sabios expertos en cuestiones religiosas. Jesús no les reprocha sus cualidades. Pero no soporta su orgullo ni su desprecio de los pequeños. Nuevas formas de hipocresía las tenemos cuando queremos exigir lo que nosotros no nos exigimos. Aparecer como superiores, disimulando nuestras carencias interiores. Recuerdo que hablaba con un amigo, profesor, del encanto que supone decir cuando nos preguntan algo que no sabemos: “no lo sé, lo estudiaré…”, la vulnerabilidad hace a la persona más atrayente, y no tiene que pasarlo mal disimulando al ir con la verdad por delante. Me respondió el profesor: “esto me atrevo a hacerlo ahora, cuando ya tengo un nombre, prestigio…” Y es que estamos en un mundo de apariencias… Desconfía de ti mismo si te crees perfecto, si, para ti ¡la verdad eres tú!
-“Nada hay encubierto que no deba descubrirse, ni nada escondido que no deba saberse, porque lo que dijisteis de noche se escuchará en pleno día, y lo que dijisteis al oído en un rincón de la casa, se pregonará desde las azoteas”.  Nos invitas, Jesús, a hablar francamente, sin tener en cuenta las opiniones demasiado humanas; como tú lo hiciste y nos aconsejaste: "no temáis a los que matan el cuerpo".
-“¿No se venden cinco gorriones por cuatro cuartos? Y, sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios. No tengáis miedo: valéis mas que todos los gorriones juntos”. Dios se ocupa de las más pequeñas de sus criaturas, contempla los pajarillos, se interesa por todo lo que no tiene la menor apariencia de grandeza. Todo lo lleva en su corazón. ¡Mayormente a los hombres! Señor, yo creo que estoy "ante tu mirada" (Noel Quesson).
Con este convencimiento, ¿cómo puedo tener miedo? Le decía S. Tomás Moro a su hija: “Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de relieve... nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor”. Esto es fe en la providencia, vivir el Evangelio, estar en la verdad…

2. –“En Cristo Jesús, Dios nos ha predestinado a ser un pueblo, nosotros los hijos de Israel... En El también vosotros que habéis escuchado la buena nueva de la salvación”... Buscamos la felicidad no solo individualmente, sino con los demás, pero vemos que esa utopía no coincide con las rupturas que provoca el pecado: división entre las razas, las naciones, los países... el Evangelio comienza por unir los "judíos" y los "paganos", en Cristo. Es el mensaje de Pablo, que hoy nos da.
-“Para ser nosotros, los hijos de Israel, los que ya antes esperábamos en Cristo, alabanza de su gloria...”: primero fue el pueblo judío, un primer "canto", el de la comunidad de la sinagoga.
-“Y también vosotros que habéis escuchado la Palabra de la verdad y creído también en El, habéis sido sellados en el Espíritu Santo...” Es la segunda oleada... como hoy. También están los que "cantan" ya la gloria de Dios porque han descubierto a Cristo... y hay el inmenso grupo de los que esperan el evangelio y la fe... ¿Estoy atento al esfuerzo misionero de la Iglesia de hoy? ¿Me considero como un privilegiado, -un aprovechado- de la fe, o como un apóstol, un participante al proyecto de todos los hombres en Cristo?
-“El sello del Espíritu”. El «sello» con el que se marcaba a las ovejas para indicar su propietario. La Presencia del Espíritu en nosotros nos marca para poder ser reconocidos por El como suyos. Y el Espíritu es el «primer avance», la prenda de la herencia, cuya plena posesión obtendremos el día de la liberación final. Pablo ve la vida cristiana en un dinamismo vital, lo realizado hasta hoy no es más que un inicio, unas "arras", un «primer avance»... Un día llegará la plenitud, el total cumplimiento. Hoy participamos «un poco» de los dones de Dios. Un día seremos colmados.
¿Considero así mi vida? ¿Me contento con ir tirando...? No obstante el Espíritu ya está aquí, me empuja y me zarandea para que me deje conducir por El. Espíritu de Dios, vendaval de Dios, ¡levántame!
-“Para alabanza de su gloria”. Será éste uno de los estribillos de la Epístola: llegar a ser una «alabanza de gloria» para Dios... ser un «cántico» para Dios... Señor, que mi vida cante tu gloria (Noel Quesson).

3. Es una "lectura cristiana" de la vida y de la historia. No estamos solos. Dios nos está muy cerca y nos ha incluido en su proyecto de vida: "la palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales... dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad". El Señor nos cuida como una madre a sus hijos, “mira desde el cielo, / se fija en todos los hombres”.
Llucià Pou Sabaté


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